Sobrevivientes de la tragedia registrada hoy en la Granja Penal de Comayagua (Honduras), donde murieron más de 350 reos atrapados en un incendio, aseguraron hoy que se salvaron porque rompieron el techo de sus celdas al ver que ninguna autoridad del recinto les ayudaba.

"A pura gracia de Dios nos pudimos salvar, queremos dar a conocer que lo que sucedió fue por puro descuido", dijo a Efe uno de los sobrevivientes quien, al igual que otros dos compañeros, no quiso identificarse para evitar represalias de las autoridades.

"Tenemos que hablar por las personas que ya están muertas, porque ya los muertos no pueden hablar", agregó.

"Nadie abrió los portones, nos cansamos de gritar; tuvimos que saltar nosotros cuando ya (el centro penal) agarró fuego en forma; tuvimos que saltar por el (techo de) zinc para afuera", relató otro de los reos.

"No sabemos cómo fue, (no) nos dimos cuenta hasta que vimos humo (...) el fuego fue tan tremendo que no podíamos salir de la bartolina (calabozo), gracias a Dios estamos vivos", dijo a los periodistas, por su parte, otro sobreviviente que se identificó como Heber López Hernández.

"La Policía como pudo nos ayudó, no hubo disparos, como dicen (...); como pudimos, rompimos el techo para poder salir", refirió López Hernández contradiciendo otras versiones de sobrevivientes.

Tras desatarse el incendio, cerca de la medianoche del martes, los reos pidieron ayuda para salir de sus celdas y salvarse, pero no la recibieron, según los tres supervivientes que hablaron con Efe en el lugar de la tragedia.

"Tuvimos que romper el zinc y podernos salir", coincidió un tercer recluso, quien señaló que el funcionario responsable de abrir las celdas "tiró las llaves" y abandonó el lugar.

"El enfermero, que tiene compañerismo, fue el que abrió; aun cuando lo estaban quemando las llamas logró abrir las bartolinas", y gracias a esa acción "hay cierto personal que está vivo", agregó.

Enfatizó que "no es justo que (...) un 'llavero', por capricho, por irresponsabilidad o por miedo" no haya cumplido con su obligación, pues "si tiene la responsabilidad de una llave tendría que saber actuar".

Una vez fuera de las celdas "nos saltamos el muro (externo de la cárcel) porque ya no se aguantaba" el incendio, añadió.

Pero en ese momento los guardias "nos empiezan a disparar de afuera" para evitar una fuga; "algunos sí se querían ir, otros no, pero no todos", relató.

Coincidió con otro de los supervivientes en que hacían la denuncia porque "los demás que están muertos no pueden hablar".

Uno de los reos que habló con Efe aseguró que entre las víctimas "murió una persona que ayer se tenía que haber ido libre", pero que seguía recluido "un día más por capricho de la jueza" responsable de su caso, ya que "no hicieron la nota" para que abandonara el centro penal.

La hermana de dos reclusos, Damaris Cáceres Hernández, dijo a Efe que no sabe si siguen vivos o murieron, y relató que, como ella vive cerca de la Granja Penal, oyó cuando los reos pedían auxilio y los guardias disparaban para evitar que huyeran.

"Los agarraron a tiros cuando se estaban tirando de las bartolinas, ellos pedían auxilio, pero no les abrieron, los dejaron que se quemaran", aseguró Cáceres Hernández en medio del llanto, mientras esperaba noticias de sus parientes afuera del lugar del siniestro, junto a decenas de familiares de otros internos.

"Yo tengo mis dos hermanos adentro y no sé si están vivos o están muertos", manifestó, y los identificó como Christian Josué y José Adalberto Cáceres Hernández, de quienes aseguró que estaban presos desde hace tres meses por cortar leña en una propiedad privada.

Hasta ahora, el Ministerio Público ha confirmado que al menos 357 reos pudieron morir en el siniestro.

Las autoridades comenzaron el traslado de los cadáveres en contenedores desde el lugar de la tragedia hacia la Dirección de Medicina Forense en Tegucigalpa, para las autopsias y el reconocimiento legal.

Familiares de muchos fallecidos acompañaron los restos en vehículos del Gobierno facilitados por decisión del presidente hondureño, Porfirio Lobo.

Esta es la peor tragedia ocurrida en los 24 centros penitenciarios hondureños, que tienen capacidad para unos 8.000 reos pero que albergan a alrededor de 12.000, según fuentes de la Policía hondureña y organismos humanitarios locales.