Independiente, disidente en tiempos de la Alemania comunista y convertido por Helmut Kohl en tutor de los archivos de la Stasi, Joachim Gauck aspira a la presidencia alemana como candidato de la oposición, con un perfil hecho tan a medida para el cargo que quita el sueño a las filas de Angela Merkel.

De 70 años, teólogo e impecable orador, Gauck tiene a su favor las simpatías ciudadanas, de los medios y hasta de un sector de las coalición de centro-derecha de la canciller, quien a su vez se ha deshecho en halagos a quien, como ella, creció en territorio de la extinta República Democrática Alemana (RDA).

De decidirse la elección presidencial por sufragio universal -y no por parte de la Asamblea Federal, donde las filas de Merkel tienen una mayoría de unos 21 delegados-, se le daría por prácticamente garantizado el máximo cargo representativo del país.

Lo único que se opone a que se convierta en el décimo presidente del país es la disciplina de partido de las filas de la canciller, ya que una victoria de Gauck sería fatal para Merkel.

Nacido en Rostock (norte de Alemania) el 24 de enero de 1940, hijo de un capitán deportado a Siberia en 1950 y fundador luego del Neues Forum -o plataforma de la disidencia de la Revolución Pacífica contra la RDA-, la biografía y el talante conciliador de Gauck le convierten en adversario a temer, con o sin mayoría asegurada.

Su designación por la oposición socialdemócrata-verde, un día después de que Merkel diese a conocer la candidatura de sus filas -Christian Wulff, barón regional de Baja Sajonia-, fue encajada por la coalición de la canciller como un desafío y una amenaza.

"Soy realista y sé contar. Asumo la candidatura con sentido de la responsabilidad y como parte de una sociedad en la que siempre defendí los valores de la libertad y la democracia", dijo entonces Gauck, para desgranar a continuación un discurso improvisado que bien hubiera encajado en la ceremonia de asunción presidencial.

La oposición necesitaba un candidato digno, en la derrota matemática o en la victoria por sorpresa, y lo encontró en Gauck, apuntalándose en el principio constitucional de que la presidencia está por encima de partidismos -hasta ahora, la mayoría de los presidentes dejó en suspenso su militancia mientras ocupó el cargo-.

Gauck representa para los alemanes la conciliación, la consciencia y el coraje en la defensa de la democracia, como dijo la propia Merkel, en un mensaje de felicitación por su 70 cumpleaños.

De hijo de un deportado que no vio a su padre en años, pasó a pastor evangélico -como el padre de Merkel-, para sumarse a la disidencia ante la represión de la RDA en el ámbito eclesiástico.

Kohl le convirtió, tras la caída del Muro y la reunificación, en director del departamento federal para la tutela de los archivos de la Stasi, la policía política comunista.

Desempeñó ese cargo hasta el año 2000, pero la institución que custodia los gigantescos archivos se sigue llamando "Oficina Gauck", por el sello que imprimió al organismo.

A Gauck se le identificó con el espíritu de justicia, no de revanchismo, capaz de poner el dedo en la llaga, sin arrugarse.

A este pastor protestante, padre de cuatro hijos, divorciado y desde 1990 con una nueva compañera sentimental, periodista, se le auguran pocas posibilidades de imponerse en la votación.

La mera presentación de su candidatura fue, sin embargo, un gol a la canciller. Cada voto que se le escape será una victoria moral para la oposición y, por contra, un voto cerrado a Wulff será interpretado como reflejo del pánico en sus filas.