Es tradición que en la Región de Murcia, las ramblas traigan destrozos y agüen la fiesta. Ayer, seis toros con el hierro de Las Ramblas (Elche de la Sierra), guapos y bien armados, se disolvieron como azucarillo en el agua de una rambla. Únicamente el tercero dio opciones y se desplazó con algo de ambición. El resto era un timo que cantaron la gallina de su blandura. Sin toro no hay emoción y, en consecuencia, la Fiesta es un fiasco al que nos condenan los veedores de las figuras, que les eligen estos toros falsos en el campo.

Venía el aficionado con el regusto del éxito taurino en la alternativa de Antonio Puerta y la clase magistral de ´El Juli´ del día anterior; y, haciéndose ilusiones, por el cartel de toros y toreros. Al iniciarse el paseíllo, vimos a Manzanares de la mano de su hijo primogénito (2 añitos tiene) y ya es el tercer Jose Mari Manzanares que cruza La Condomina ante el público expectante. Ponce, al romperse el paseíllo, recibió un obsequio como reconocimiento a su cuarto de siglo en figura. Incluido aquel primer año casi en blanco, cuando encontró sitio y oportunidad en nuestra tierra.

Y salió el primero de la tarde. Con una tijerilla artística lo dejó el de Chiva, en el caballo. Chicuelinas en el quite. Se luce Marianito de la Viña con los palitroques y brindis al respetable. Ponce se da cuenta del tramposo toro sin fuerzas y lo lleva al sol por el camino que trazó Liria en su día. Circulares, adornos de rodillas, y una estocada ladeada con derrame. Oreja al esportón del maestro.

El cuarto, recibido a la verónica con la aprobación del respetable, llegó a la muleta con la boca cerrada engañosamente. Ponce lo sabe y vuelve a visitar el terreno de ´los morenos´. Termina al hilo de las tablas, exprimiendo el mínimo zumo de fuerzas que le quedaba al toro. Haciendo un esfuerzo y arriesgando incluso rodillas en tierra, como si fuera un novillero, como si no tuviera cortijos, ganadería propia y fuera multimillonario. Un ejemplo de pundonor y vergüenza torera. Recordando aquello que decía Manolete: «Estos señores, también pagan su entrada», cuando le aconsejaban desde la barrera que no se arriesgara en aquella plaza de pueblo. Volviendo a Ponce, su estocada fue impecable, le valió dos apéndices y la puerta grande. Una vez más, Ponce sacó agua de un pozo seco, con el que regó la arena del desierto, haciendo florecer una cosecha milagrosa. Su presencia y sabiduría salvó una corrida infumable de Las Ramblas.

Manzanares viste este año ternos, catafalco y azabache, en señal de luto por su inolvidable padre. Ayer, en un gesto tierno y cariñoso hacia Murcia, quiso presentarnos a su hijo, haciendo el paseíllo de su manita, lo mismo que lo llevó a La Maestranza en abril, una mañana para presentárselo al Coso del Baratillo, como la saludaba Juncal: «Buenos días, reina mía...». En la Puerta de Cuadrillas, estuvo en brazos de Pepín Liria y en el descanso, un banderillero lo introducía en los coches Citroën que se promocionan sobre el albero. Ayer, Manzanares en cambio, tuvo la negra pero en el sorteo. Le tocaron un despojo bovino y un inválido imposible. No era el día. Ni siquiera Curro Javier (el Ponce de los banderilleros) pudo lucirse en el único par de rehiletes que pudo clavar. El segundo de la tarde fue mantenido injustamente en el ruedo por el Usía. Y nos privó de un sobrero de Victoriano del Río, que prometía mucho más. El alicantino porfió, porfío y porfío... pero nada. Encima, él que tiene fama de cañonero, pegó un metisaca, dos pinchazos y una estocada. Saludó al público cariñoso con él. En el quinto idem de los mismo. Una elegante tanda de inicio fue lo único que pudimos ver. Al salir del pase de pecho, el de Las Ramblas, dijo «hasta aquí hemos llegado». Y protestaron a la Banda Taurina de Murcia, cuando intentó acompañar con el pasodoble tuvo que detener la música. El torero justificó su fama y caché, pero tuvo que terminar la faena y el volapié, pegado a las tablas. El acero cayó trasero, pero ¿Qué mas da? Todo era insípido como el agua. Saludos de despedida y esperanza en próximas citas.

Y Cayetano, que tuvo que sorprenderse al ser contratado por Ángel Bernal, vino predispuesto y algo pudo demostrar.

Digo lo de la sorpresa, porque en septiembre, el segundo hijo del recordado ´Paquirri´, solo ha tenido dos contratos: En Ronda, que es su casa y organiza la corrida goyesca con su hermano, y ¡¡¡en Murcia¡¡¡

Quiere esto decir, que Cayetano está fuera de los circuitos profesionales y solo en los programas del corazón y las revistas, encuentra acomodo. Pero como nuestra plaza es así...

Se abrió de capote estirándose a la verónica y llevando el toro hasta los medios. Muy bien. Como el toro se desplazaba en banderillas hizo presagiar que aguantaría el tipo y así fue. Escaso de oficio Cayetano, sufrió dos achuchones por no dar sitio al enemigo y un desarme que desangeló la faena (cuanto debe sufrir su tío y apoderado Curro Vazquez). La estocada fulminante, puede denominarse de estirpe, pues la colocó en el histórico «rinconcito de su abuelo Ordoñez». Y eso que era el toro menos malo del encierro. En el sexto, Cayetano tiró de raza ante el bravucón que entró fuerte al caballo y peleando con aparente raza. Cayetano se anima y brinda al público.

El toro se traga una tanda y dice ¡Amos anda! y se puso a mirar al tendido a los que se movían por el callejón, a ignorar a su matador y a desentenderse de su muleta. Andarín y poco dispuesto a dejarse cuadrar, se hizo pesado el trance de preparar la entrada a matar. La estocada precedió a un golpe de verduguillo y ahí quedó todo. Palmas de despedida y adiós. Ponce, en hombros, camino de la Ronda de Garay y hasta luego Lucas. Mañana miércoles, descanso en esta Feria programada sin pies ni cabeza y fuera de fechas. Si no fuera por la ocurrencia de la alternativa de Puerta: Todo agua... pero agua de borrajas.