Dice la letra de una bulería de El Turronero: «Antes me tocó perder, ahora me tocó ganar...», es posible que Antonio Puerta anoche, en la ducha del hotel canturreara esta letra que define lo que le pasó en los últimos tiempos. Cuando las oportunidades escaseaban, la cornada de Madrid lo dejó en el dique seco cuatro meses y no encontró más compañía que la de su fiel mozo de espadas, el lorquino Cándido.

´Epicentro´ se llamó el toro de Victoriano del Río para los archivos. Con el número 158, colorao y que dio en la báscula 480 kg. de peso.

Epicentro deseábamos que lo fuera toda la tarde, el torero de Cehegín, ayer toricantano. Y a fe que lo consiguió en el último de la tarde. Un toro abanto de salida, al que pareó con majeza el ciezano Antonio Cama y que brindó a Pepín Liria, quien junto a Ángel Bernal, podrían echar una buena mano al torero y ponerlo en circulación. En el primero de la tarde, Puerta empezó tensionado en el capote, brindó a sus padres Maravillas y Ramón y se puso al tajo con las rodillas en tierra, para una vez incorporado, calentar el ambiente con un cambio de manos.

Molinetes, trincheras y un parón a lo Perera para culminar con manoletinas antes de agarrar una estocada trasera y tendida que no hizo efecto. Durante los cuatro usos del verduguillo sonó un aviso y el público amable y paisano, pidió con fuerza y consiguió la primera oreja de la Presidencia. Al sexto lo picotearon en el caballo antes de agarrar un puyazo y ya suelto irse al piquero que guardaba puerta y llevarse más castigo. El flamante matador, se dobló por bajo con sabiduría. Con la muleta en la izquierda, tragó miradas desafiantes del toro y terminó por seguir la estela de Liria, yéndose al sol como hacía Pepín, toreando de rodillas y finalizando genuflexo en un alarde temerario, desarmado ante los pitones amenazantes. Como la estocada fue lenta de ejecución y rápida de efecto, el clamor popular consiguió para él las dos orejas, que le abrían de par en par la Puerta Grande en fecha tan señalada. Todo un triunfo para guardar en la memoria, dadas las singulares circunstancias de una alternativa otorgada por la vía de la sustitución y anunciada tres días antes de producirse. Sin tiempo ni siquiera para encargarse un traje nuevo, ni tampoco poder velar los miedos el tiempo suficiente, como para poder digerirlos. Mucho mérito el de Antonio Puerta, que ayer, lejos de verse abrumado por la responsabilidad o amedrentado por las figuras que le acompañaban, estuvo hecho un tío.

El padrino de alternativa empezó la faena del segundo con dos pases cambiados y arreando. El Juli no da respiro a nadie. Su muleta, con dominio y autoridad, sometió al toro mientras se movió y terminó con una serie interminable sin estoque, los pies clavados en la arena, cambiando la muleta de mano y rebozándose entre los pitones como si tal cosa. Técnica, poder y sabiduría. El clamor del público precedió a una estocada rotunda que tardó en finiquitar al toro, pero una oreja si que se llevó tras la larga agonía. En el cuarto, Juli lo dejó crudo en el caballo por la falta de fuerzas y lo estuvo sobando y cuidando hasta que le bajó la mano y lo metió en la canasta. Un pinchazo sin soltar y otro hondo, bastaron para cortar la segunda oreja de su actuación.

Perera tuvo peor suerte en el lote. El tercero soltaba la cara en cada embestida y únicamente su seguridad consiguió tapar los defectos del Victoriano, que llegó al comienzo de la faena con la boca abierta. Se pegó el habitual arrimón, del que Antonio Puerta ya había hecho una exhibición en su alternativa. Y terminó con algo de ambiente en los tendidos, aunque sin pasión. La estocada quedó caída y produjo derrame, aunque fue premiada con una oreja. El quinto fue un toro desentendido de los capotes, que entró violento al caballo derribando al picador, Pepín Liria salió del callejón para auxiliar al piquero y en el esfuerzo, se abrió la herida de su reciente operación, secuela de una vieja cornada y necesitando asistencia en la enfermería de la plaza. Desde el Sol, volvieron a corear «Pepín, Pepín...». Ya en faena Perera, el toro embestía incierto y el extremeño se aplicó de rodillas y entregándose a una labor complicada y de poco brillo. Estocada ladeada con derrame y el toro que se levanta hasta tres veces, antes de dejarse apuntillar. El público se enfrió y la petición minoritaria no fue suficiente para ser premiada. Saludó desde el tercio.

Al término del festejo, Miguel Ángel Perera cruzó contrariado el ruedo, camino de la Puerta de Cuadrillas, mientras El Juli salía una vez más a hombros y Antonio Puerta era el hombre más feliz del mundo, dejándose llevar en volandas, por seguidores y paisanos que vinieron desde su Cehegín, para acompañarle en tan señalada fecha.

Esta noche, bien tarde, cuando consiguiera conciliar el sueño, se habrá dejado mecer con una nana canturreada por bulerías: «Antes me tocó perder, ahora me tocó ganar», aquella que bordaba «El Turronero», amigo íntimo de Manzanares padre.