La adaptación a las clases acostumbra a ser más complicada para los niños con problemas de sociabilización. Algunos muestran su timidez aislándose del resto del grupo, con dolores de barriga o de cabeza antes de ir a la escuela o la noche anterior, con tristeza o baja autoestima. Otros, en cambio, tienen una actitud agresiva cuando se relacionan con compañeros, llaman la atención en clase o interfieren en la dinámica del grupo. José Ramón Ubieto, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), explica cómo facilitar el acceso al nuevo curso a estos alumnos.

No hay un perfil único de niño con dificultades de socialización en la escuela. "Existen dos variables que hay que tener en cuenta: la edad, acompañada del momento vital, y las problemáticas asociadas a la persona o al entorno", explica Ubieto.

En cuanto a la edad, hay que diferenciar tres momentos "de especial dificultad": el inicio de la escolarización (3 años), el segundo ciclo de primaria (9-10 años) y el comienzo de la ESO (12-13 años).

El ingreso a P-3 puede provocar en algunos niños problemas de integración en el grupo clase o en la propia escuela derivadas del cambio de hábitos que implica una mayor separación del entorno familiar. Estas dificultades se hacen más evidentes cuando el niño no ha ido a una guardería infantil. "El menor puede presentar inicialmente síntomas de rechazo a la escolarización y al contacto con los otros alumnos como protesta por el cambio sufrido que implica alejarse de su habitado natural hasta entonces, más familiar y conocido", puntualiza Ubieto.

En el segundo ciclo de primaria es donde empiezan a darse situaciones en las que algún alumno puede sufrir episodios de desprecio, acoso escolar (que lo padecen un 10% de los alumnos según un estudio de Save de Children) o agresiones físicas por parte de los otros. "Ante este riesgo algunos niños pueden mantenerse a distancia del resto para evitar estas situaciones", añade Ubieto.

Por último, empezar la ESO comporta el paso de la infancia a la adolescencia. El alumno sufre un cambio general: de centro educativo (en la mayoría de casos), de horarios, de compañeros y de profesores. "Además, implica pasar de ser los mayores de la primaria a ser los pequeños del instituto. Surgen dos tipos de temores: situaciones de violencia y presión por las exigencias académicas", explica el psicólogo.

Facilitar la adaptación

¿Cuáles son los aspectos que hay que trabajar para que vivan con la máxima normalidad el inicio de curso? Según el experto lo primero que hay que tener en cuenta es la problemática que se debe tratar, que, de nuevo, va relacionada con la edad. "Al inicio de la escolarización hay que darse un tiempo para facilitar la adaptación y favorecer así la integración del niño en el grupo clase. Los docentes tienen suficientes herramientas para trabajar estas dificultades, leves en su gran mayoría", matiza Ubieto.

En el segundo ciclo de primaria hay que trabajar con los espacios de tutoría, tanto individuales como grupales, las dificultades que surgen haciendo partícipes a todos los alumnos en la resolución del conflicto cuando afecta a todo el grupo. "En el caso de que se trate de un problema más individual, hay que hablar con la familia y, si hace falta, con otros profesionales, como psicopedagogos o psicólogos", matiza.

Las dificultades en la ESO requieren una detección precoz para evitar alargar la respuesta hasta que el curso esté avanzado y puedan darse tentativas de abandono o absentismo. "Hace falta, como en la etapa de segundo de primaria, trabajar los aspectos de participación, corresponsabilidad, relación con la familia y trabajo en red".

La escuela y la familia deben ir de la mano

Según el experto, los padres tienen que mantener un vínculo regular con la escuela: interesarse por la evolución de su hijo, pero sin precipitarse a la hora de actuar. "Ahora bien, no hay que dejar que sean los únicos que encuentren la fórmula para mejorar la socialización de su hijo", explica el psicólogo. Eso implica, pues, un vínculo directo y continuo con el tutor y con su hijo para intentar comprender la situación y acompañarlo en este proceso.

Según el experto, la decisión y la forma de intervenir conviene que sean el resultado de un acuerdo conjunto escuela-familia. "Cuando las dificultades son especialmente graves, sea porque el chico presenta una fragilidad psíquica evidente o porque el entorno (clase, escuela) es hostil o indiferente, hay que recurrir a profesionales que puedan ayudar a la familia y al chico a buscar estrategias más precisas", apunta Ubieto.