Aunque para los adultos es recomendable echarse una cabezadita después de comer porque libera tensiones y aumenta la capacidad de concentración, un nuevo estudio observa que, en los niños, dormir la siesta no siempre es beneficioso.

Los expertos recomiendan que los niños entre 3 y 8 años duerman un mínimo de 9 a 10 horas diarias. Los más pequeños, un poco más. Sin embargo, estas horas que muchos reparten con la siesta parece que es mejor que las duerman seguidas.

Así se desprende de un estudio publicado en 'Archives of Disease in Childhood', que muestra que los niños que siguen durmiendo siesta después de los dos años suelen tener una peor calidad del sueño durante la infancia, aunque el impacto en el comportamiento y el desarrollo está menos claro.

La longitud total y la calidad del sueño durante un periodo de 24 horas está vinculado a la salud y el desarrollo del niño, y los padres y cuidadores han sido alentados a dejar que los niños echen una siesta durante el día como una forma de promover la buena salud. En el momento en que un niño tiene 2 años, en general obtiene la mayor parte de sueño durante la noche.

Los autores, investigadores de la Escuela de Psicolocía de la Universidad Tecnológica de Queensland, en Australia, querían averiguar qué impacto tiene la siesta en la calidad del sueño nocturno de los niños pequeños, su conducta, cognición y salud física. Para ello, revisaron la evidencia publicada disponible sobre las siestas en los niños hasta la edad de 5 años y encontraron 26 estudios relevantes de un total de 781, agrupando los datos y sintetizando los hallazgos.

Estos expertos encontraron consistente, si no particularmente de alta calidad, evidencia que indica que la siesta después de la edad de 2 años alarga la cantidad de tiempo que le cuesta al niño conciliar el sueño y acorta la cantidad global de tiempo de sueño que tiene.

Abre la puerta a un nuevo enfoque

Sin embargo, los vínculos entre la siesta y cualquier impacto negativo en el comportamiento, el desarrollo y la salud en general fueron menos claros, en gran parte debido a las diferencias en los patrones de edad y la siesta de los niños estudiados.

Los científicos sugieren que la calidad de los estudios refleja el relativamente nuevo enfoque de la investigación sobre los efectos de la siesta, lo que les empuja a pedir más trabajos en este sentido para examinar la complejidad de los patrones de transición del sueño en la primera infancia y el impacto de los factores ambientales en el hogar y/o guardería.

No obstante, no hay duda de que el sueño es uno de los hábitos más importantes para restablecer el equilibrio físico y psicológico, sobre todo cuando se trata de niños, ya que es básico para el desarrollo y el bienestar del menor; favorece los procesos de atención y memoria, y, además, ayuda en la consolidación del aprendizaje y a la mejora del comportamiento