­La conquista de Qart-Hadast fue un punto de inflexión en la historia romana. Aunque habían salido triunfadores de la I Guerra Púnica, no fue hasta entonces cuando comenzó a poner las bases del gran imperio que fue. Aníbal formó un gran ejército que, en una histórica marcha en la que atravesó los Pirineos y los Alpes, tuvo en jaque a los romanos, pero, por motivos que se desconocen, no entró en Roma, pasando de largo. Esto permitió a los transalpinos reaccionar, siendo elegido el joven general Escipión para ponerse al frente de las legiones que cruzaron el Mediterráneo (entraron en Iberia por Tarraco) con el objetivo de atacar el corazón púnico de la península, que era Qart-Hadast.

Veinte mil soldados y 2.500 caballos llegaron frente a las murallas de la ciudad, mientras que cuarenta naves, al mando de Cayo Lelio, se situaban en la bahía. La oposición era muy reducida, con sólo dos mil defensores (la mitad soldados) bajo el mando del gobernador Magón Giscón y con los ejércitos cartagineses en Iberia a varios días de camino.

En menos de un día cayó la ciudad en la primavera del 209 aC, entre las nueve de la mañana y el anochecer. El tercer combate fue el definitivo. Según se ha descubierto por los arqueólogos recientemente, hubo un ´ataque cebo´ por la zona del acueducto (actual zona del Barrio de la Concepción) que atrajo a los defensores, entrando los romanos como una apisonadora por la zona actual de Santa Lucía. Escipión, quien dirigió el combate desde la colina de Ares, ordenó repartir el botín entre los legionarios y liberó a unos trescientos rehenes, lo que le granjeó las simpatías de las tribus locales.

Magón Barca intentó sin éxito recuperar la ciudad y después, en el 202 aC, tuvo lugar la victoria de Escipión sobre Aníbal en Zama, que puso fin a la II Guerra Púnica