Cayó por aquí desde el puesto que tiene allí, en un viaje galopante y un sol de justicia, para anunciar que el próximo 26J volverán banderas victoriosas, las banderas del PP. Mariano Rajoy, presidente en funciones, tiene una campaña apretada y un horario ajustado, como les sucede a los candidatos del resto de las fuerzas políticas que compiten en las próximas generales.

A Molina llegó desde Santa Pola, un pueblo pesquero con buenas gambas, donde es titular de la plaza de registrador de la propiedad, aunque desde la toma de posesión hace ya algunos años, apenas ha ejercido por su noble dedicación al servicio de los españoles. Y a Molina sí vino a pescar. El décimo diputado de la provincia juega entre el PP y Ciudadanos según la última encuesta del CIS y Molina, la cuarta ciudad en población de la Región, fue en las pasadas generales un importante nicho de votos del partido de Rivera, ganando incluso en importantes zonas residenciales de tradicionales votantes 'peperos'. Hace apenas dos meses se montó el follón con la dimisión del alcalde popular y gobierno socialista con expulsión de los cinco concejales de Ciudadanos que apoyaron la investidura de Clavero y los posteriores pleitos.

En ese río revuelto quiere pescar el PP en su intento de conseguir que muchas ovejas descarriadas vuelvan a su redil. En ese contexto podría entenderse una frase a la 'gallega' que soltó el presidente en funciones en el anexo del Auditorio Regional: «Yo donde quería hablar era en Molina, pero no me han dejado». Y lo dijo delante de sus responsables de campaña, nacionales y regionales, y del delegado del Gobierno.

Al acto central de su visita no llegó con muchas ganas de hablar, control de tiempo, cuatro lugares comunes, «he hecho lo que he podido» y «tengo fuerzas y energías» para seguir timoneando la nave de un país que está saliendo de la nefasta herencia socialista y no puede caer en manos de populistas, 'bolivarianos', 'griegos', tertulianos o radicales de izquierdas.

A este tipo de actos de campaña para consumo interno es una imprudencia preguntar a los organizadores sobre el número de asistentes porque son siempre más o menos los previstos. Para la crónica social al final queda hablar de las ausencias y de las presencias. El presidente regional del PP, Ramón Luis Valcárcel, no estuvo en el acto por «problemas de agenda», según información oficial. Al margen de historias e investigaciones, no hay que olvidar que es uno de los 16 vicepresidentes del Parlamento Europeo y un sábado de junio tienen muchos cometidos. La candidata al Senado y exalcaldesa de Cartagena, Pilar Barreiro, amiga y paisana de Rajoy, tampoco se dejó ver por el recinto. Quizás también problemas de agenda. A Miguel Ángel Cámara, ex secretario general de los populares y exalcalde de Murcia, ni está ni se le espera, lo mismo que al exdelegado del Gobierno, Joaquín Bascuñana. Martínez Pujante, el de los cafelitos, no apareció, porque, según comentaba un asistente, ya su mujer representaba al matrimonio. Tampoco hicieron acto de presencia o no se dejaron ver el expresidente de la Comunidad Alberto Garre o el exalcalde de Molina, Eduardo Contreras. Las agendas personales, son agendas personas.

Otros ex si hicieron un hueco y a pesar del calor y ser sábado estaban arropando al líder. Andrés Ayala, estaba ahí, como las exsenadoras María José Nicolás, o Belén Fernández Delgado, o el farmacéutico de Abanilla, Arsenio Pacheco, por no hablar de los diputados regionales, o de la mayoría de los miembros del Consejo de Gobierno, con una hiperactiva consejera de Cultura, Noelia Arroyo, y su personal de confianza echando una mano en los trabajos de ayuda a los medios de comunicación. Asunción Carreño, la quinta en la lista de los populares, aparentemente no se mostraba preocupada o nerviosa, por las encuestas: «Estoy convencida que vamos a sacar el sexto».

Menos preocupada estaba la exconsejera de Hacienda, Inmaculada García, responsable del Servicio Nacional de Loterías del Estado. «Todo es cuestión de suerte y perseverancia», bromeaba con unas amigas, dejando en el aire si se refería a la política o a los juegos de azar. Ya era la una y media de un calurosos sábado de junio y Rajoy tenía que dejar Murcia para seguir con su campaña electoral.