Los debates electorales deberían ser más frecuentes porque los ciudadanos siempre se enteran de algo. Un fino observador, que es catedrático de Instituto, comentaba el detalle de que la corbata de Mariano Rajoy había sido elegida por su señora. Algo es algo y menos da una piedra.

En Estados Unidos, los debates son el gran reto de los aspirantes a la Casa Blanca y han decidido presidentes empezando por el de Kennedy y Nixon. Pero el nuestro no es un sistema presidencialista como el americano, ni tampoco existe segunda vuelta como en el francés, de ahí que en los debates se vaya a no arriesgar.

Se puede cuestionar el formato, los moderadores, los tiempos, los descansos, pero lo que no se puede evitar es que a los protagonistas les pueda el miedo escénico y que se aculen en tablas. Les toca interpretar una obra de teatro de algo más de dos horas, donde cada uno ha ensayado repetidas veces su papel 'secuestrado' por expertos asesores en todas las áreas que marcan el guión desde los contenidos a las respuestas y desde los gestos a las posturas. En ese escenario, Albert Rivera fue el más valiente, ante un Pedro Sánchez desubicado y un Pablo Iglesias esforzándose en defender cierta socialdemocracia.

Y Rajoy, a lo suyo, a su mitin. Llevaba su discurso preparado y no entendía de preguntas o alusiones. En la línea de Pedro Antonio Sánchez en el último pleno de la Asamblea. En ocasiones, según el fino observador, recordaba a Pepe Isbert en Bienvenido Mister Marshall, por aquello de «vecinos, como alcalde que soy, os debo un discurso y os lo tengo que pagar».

En lo afecta a la Región, el presidente en funciones se agarró a al turismo para refutar el paro, la exclusión social o las corruptelas denunciadas por sus «inquisidores». «No estaremos tan mal cuando en el último año han venido a España 72 millones de turistas». Un aspecto importante para la economía regional y para el sector, que debería aportar bastante más del 10% al PIB de la Región, más contando con la ventaja que la secretaria de Estado de Turismo, Isabel Borrego, va de número 3 en el PP.

Claro que el turismo parece que no depende sólo del sol, de las playas, de la gastronomía, de los monumentos históricos o de las bellezas naturales. Según Rajoy, a los turistas les ha movido más «nuestros servicios públicos y nuestra seguridad». En el caso que nos toca, no será por el AVE, el aeropuerto de Corvera o los cromáticos colores del Mar Menor. Pero tampoco es cuestión de espantar a los turistas como hacen los socialistas trayendo a Narbona.