Decía el director de cine y guionista Charles Kiselyak que Matar un ruiseñor era tanto un estilo de vida como el paso de la inocencia a la experiencia y después la vuelta a la inocencia. Algo parecido le está pasando a Miguel Sánchez. A la hora de realizar este selfie se muestra algo agotado, se notan esas inevitables formas de recién llegado y que va evolucionando según las leyes naturales de adaptación al medio, con la mandíbula de un rottweiler: «Sí, está siendo una campaña dura, son muchos meses y psicológicamente va pesando», cuenta.

Ha elegido dos símbolos, uno del cine clásico y otro de su tierra, Caravaca de la Cruz. Ambos lo han marcado, pero la figura icónica para los estadounidenses „hacer lo que se debe en el momento necesario„ del abogado interpretado por Gregory Peck es su espejo: «Matar un ruiseñor fue determinante para decidirme a estudiar Derecho. Creo que tendría 17 años cuando la vi por primera vez. Destacaría varios momentos de la película pero me quedo con alguna conversación entre Atticus Finch y sus hijos», dice.

Le recuerdo, precisamente, una frase que dice Finch a sus hijos: «Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence». «Sí, esa profundidad es la que me ha marcado».

La solidaridad, la amistad, la justicia, la lucha contra los prejuicios son valores que procura tener presentes a pesar de esa leyenda de gentes sin escrúpulos con la que cargan abogados y políticos. Hay quien separa moralidad de política: «No estoy nada de acuerdo, esa imagen de abogados sin escrúpulos no es verdad; yo nunca separaría moral y política. Precisamente, en mi estado de WhatsApp tengo escrito qeu ´lo que no prohíben las leyes, lo prohíbe la honestidad´. Nunca justificaré la filosofía del ´todo vale´», asegura.

Y llegamos a ese segundo símbolo, la Cruz de Caravaca regalo de su abuela María Juliana: «Era suya y siempre me dijo que cuando faltara sería para mí. Siempre la llevo conmigo». Miguel participa de forma activa en las Fiestas de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca representando a la Real Orden de los Caballeros de Santiago: «Ya mi padre formó parte y ahora yo conservo el escudo y la espada. Ser santiaguista imprime carácter».

Cuentan que los Caballeros de Santiago venían a curar sus heridas al Balneario de Archena. ¿Dónde cura slas suyas un caballero de la Orden de Santiago aspirante a gobernar esta Región? «No marcho lejos, no hace falta. Me refugio en casa, con la familia y mi pareja. Además, procuramos no hablar de política. Pero el sitio perfecto, mi vía de escape es la vivienda familiar en El Moral, en Caravaca de la Cruz».

Y se despide corriendo, entre el escozor mediático y la carretera que va a Fortuna. Otro acto electoral le espera, y «no tengo nada más que decir».