No está justificado que nos quiten dinero a través de impuestos para dárselo a los sindicatos. Nadie puede dudar del positivo protagonismo histórico que han tenido los sindicatos y los partidos políticos en nuestra joven democracia, pero estamos ante una nueva época. El que quiera sindicato que se lo pague, así de simple. De la misma forma se debería evitar que los sindicatos realizaren cualquier tipo de actividad formativa, utilizada ésta para servir de extraordinario mecanismo de financiación de su estructura. Por un lado defienden la exclusividad de la formación pública pero bien que saben utilizarla, de forma privada, para obtener réditos particulares. Se debe tender hacia nuevos mecanismos de financiación social, dejar que sea el mercado el que discrimine qué estructuras deben perdurar y de qué manera. Y es que los procesos de transparencia en la gestión de nada sirven si no somos capaces de romper, en beneficio de todos, el statu quo.