Roman J. Israel, Esq. se sitúa en el lado oculto del saturado sistema penal de Los Ángeles. En este filme, el laureadoDenzel Washington -ganador de dos Oscar por Training day y Glory- interpreta a un abogado defensor idealista y con vocación cuya vida cambia drásticamente cuando su mentor, un icono de los derechos civiles, muere. Este hecho dejará ´huérfano´ a nuestro protagonista, que verá como poco a poco sus ideales comienzan a deteriorarse hasta verse obligado a aprovechar su cargo y su puesto para lograr ciertos objetivos y lucrarse con ello.

Buena parte de culpa de este cambio de aires la tiene el ambicioso abogado Geoge Pierce (Colin Farrel), uno de los antiguos estudiantes del legendario hombre, que reclamará los servicios de Israel para su exitoso bufete.

Se trata del segundo largometraje como director de Dan Gilroy, que se dio a conocer en todo el mundo con su portentosa Nightcrawler (2014). Como en aquella, el cineasta se centra en un personaje entre lo autista y lo liminal, incapaz de relacionarse socialmente en un mundo despreciable. En esta ocasión, sin embargo, la metáfora, centrada en el mundo de la justicia, y no en el de los medios, tiene menos vuelo, bordea más lo anecdótico. Del mismo modo en que la opinión pública rechaza, por lo general, la telerrealidad, sí está de acuerdo de forma más unánime en que todos debemos tener derecho a una justicia digna, por lo que el conflicto entre lo que plantea el guionista y director y lo que ve el espectador es menor.

Aun así, es imposible no empatizar con el torpe Roman J. Israel, Esq. También cuenta que la estrella sea más rutilante que Jake Gyllenhaal -el despreciable Louis Bloom de Nightcrawler-: la interpretación de Denzel Washington, desde su manera de subirse la montura de las gafas hasta su desmadejada manera de caminar, es de las mejores del año; no en vano, su papel en la cinta de Dan Gilroy le valió la nominación al Oscar a Mejor Actor, y solo un descomunal Gary Oldman en El instante más oscuro le privó de una nueva estatuilla.