Dos décadas de reinvención, con figuras como Steve Shelley y Nacho Vegas a su vera, dan para muchos eslabones de un crecimiento; en el caso de Christina Rosenvinge, siempre con una pauta de acción: la necesidad de renacer con cada nuevo álbum. Así fue con La joven Dolores (2011) y el endogámico Lo nuestro (2015), sus dos anteriores trabajos. Y como su carrera tiende a la reacción inmediata contra lo realizado anteriormente, para esta ocasión Un hombre rubio, que presenta mañana en el Víctor Villegas de Murcia, ha tocado la vía directa, con un exuberante ramillete de ganchos nacidos de la abstracción en la singularidad.

Retazos kraut, minimalismo electrónico, búsqueda incesante de texturas y la adopción del poso atonal como refuerzo lírico. Christina Rosenvinge se ha convertido en una nigromante a la hora de traducir riesgo e investigación en canción de ley. Solamente así es posible que puedan surgir milagros como Afónico, en la que da rienda suelta a una sinfonía que absorbe la cadencia krautrock, y es capaz de metabolizarse en un destello de ansiedad pop. Pero es que, además, el origen del álbum está en Romance de la Plata, una pieza que Christina comenzó a escribir después de una llamada recibida de la cantaora Rocío Márquez, con el encargo de escribir un romance flamenco para su disco. Porque la madrileña se atreve con todo.

Rosenvinge volvió hace unos días del South by Southwest (SXSW) de Austin (Texas), casi dos décadas después de su primera vez en el festival, y ahora llega a la capital del Segura con este proyecto, quizá el más íntimo de su carrera, estrenado hace un mes en España y que sus seguidores murcianos tendrán la suerte de disfrutar mañana en el Auditorio Regional.