La de Niños Mutantes ha sido una carrera de fon-do. Casi un año después de ser homenajeados por el indie nacional en Metanciones, publicaron Diez tras superar una crisis grupal. Uno de los trabajos más arriesgados de su carrera, el álbum gira en torno a la pérdida de la inocencia y la consciencia de la entrada al mundo tal cual es. Veinte años, diez discos. Diez es un trabajo sobrio, crudo. En parte, rupturista con la faceta pop de Niños Mutantes en el último decenio. La producción de Abraham Boba y César Verdú (León Benavente), que participaron en la criba del repertorio, acabó por determinar el giro salvaje del cancionero. Niños Mutantes han recuperado esencias más viscerales para escapar de la autocomplacencia, y esta noche pretenden demostrarlo en la Sala REM de Murcia.

¿Cuál es el balance de este regreso de Niños Mutantes y del nuevo disco?

El balance es sin duda muy positivo. En los festivales hemos tenido la impresión de que el público disfrutaba mucho, más que otras veces. Es un disco muy de directo. Y en las salas de las ciudades que llevamos hechas estamos doblando el aforo de la anterior gira, así que nosotros nos sentimos más felices que nunca.

Ningún disco había sido tan bien acogido por la crítica como este.

La verdad es que antes de grabar este disco sentíamos la necesidad de dar un giro a nuestra carrera, de arriesgar en el sentido artístico. Grabar un décimo disco es algo que no se consigue fácilmente. Durante todos estos años habíamos conseguido llegar a mucho público, pero el reconocimiento de la crítica se nos había resistido, así que bienvenido sea.

Leemos en los créditos que está grabado en la casa-estudio de Martin Glover (Killing Joke) y producido por César Verdú y Abraham Boba (León Benavente). Todo encaja. ¿Cómo y por qué decidís contar con ellos?

Llevábamos varios discos grabando en los estudios de nuestro técnico de directo en la Alpujarra granadina, y juntos habíamos conseguido grandes cosas, pero sentimos que había llegado el momento de cambiar, así que alguien nos habló de la casa-estudio, y decidimos grabar una maqueta del disco y probarlo; sentir si allí tendríamos buenas vibraciones (no todo es el equipamiento técnico), y vaya que si las tuvimos. El sitio es una maravilla, con Sierra

Nevada presidiendo el paisaje. Lo de los ´leones´ vino después. Queríamos recuperar la electricidad de los primeros discos, volver a meter los dedos en el enchufe, y quiénes mejor para ayudarnos en esa tarea que ellos. Además, nos gustaba que no eran los típicos productores, y sí grandes amigos. Sentíamos que nos íbamos a entender muy bien, y así ha sido.

El disco tiene mucha rabia, en música y en letras. No es un disco complaciente, no parece que pretendierais que sonara fácil.

Sí, has leído perfectamente entre líneas. No es un disco complaciente ni fácil, de hecho pretende salirse del camino que en principio parecía que seguiríamos. Y ese era el riesgo que queríamos asumir. Grabar un décimo disco sin asumir riesgos no merecía la pena.

El disco puede sonar directo, pero no parece nada espontáneo.

No lo es. El disco está grabado prácticamente en directo, pero antes de darle al botón de grabar hacíamos un trabajo de equipo entre los leones y los mutantes hasta que dábamos con el resultado que nos convencía a todos. Es un disco muy analizado, muy pensado, y el proceso ha sido muy satisfactorio.

En muchas de estas canciones subyace un grito de libertad. ¿El álbum gira en torno a la pérdida de la inocencia, consecuencia del momento que vivimos?

Sí, las canciones hablan de la libertad y de las cadenas que arrastramos a diario. También habla de huir de ellas, de cómo romperlas, y, sobre todo, del deseo de hacerlo.

Es un álbum con letras menos festivas, más crípticas y amargas. ¿Queríais volver a ser ´oscuros´?

Náufragos era un disco de rabia, de indignación. Nos preguntábamos: «¿Cómo es posible que esté pasando todo esto?». En cambio, El futuro era un disco de esperanza y de acción, de trabajar para que las cosas cambiaran a mejor; pero en ambos se hablaba desde una perspectiva más colectiva. Sin embargo, en Diez hablamos de experiencias más personales, de cómo ha influido todo lo anterior en nuestras vidas, y eso deja cierto poso agridulce y de oscuridad.

Es la primera vez que aparecéis en la portada del disco...

Sentíamos la necesidad de cambiar cosas y esta era una más de la lista.

¿Hay rasgos u odas a Andalucía intencionales en vuestra música? ¿Cuál es el secreto de Granada?

En realidad son homenajes a Lorca. También hay homenajes a Costa Rica e Islandia. No creemos en las fronteras.

Somos más de pensar que nuestra patria son nuestros amigos, y nuestra bandera la música. Y el secreto de Granada... Es algo sobre lo que se hablado mucho y que todavía no tenemos claro, pero lo que parece cierto es que es una ciudad inspiradora.

Lo digo porque a lo largo del disco se aprecian numerosas referencias a Granada, y también a Lorca: hay una canción directamente dedicada a él, FGL, y Glaciares y Volcanes la cerráis con un verso de Bodas de sangre.

Está claro que Lorca debe de ser uno de los granadinos más universales, y teníamos ganas de abordarlo desde un punto de vista no flamenco, de mezclarlo con otras referencia musicales más pop, de mezclar las raíces a ver qué pasaba€ En FGL se habla de Federico, pero también se describe una sociedad granadina actual que sigue siendo muy provinciana, muy encerrada en sí misma y que sigue despreciando lo nuevo€

«Ya no tengo edad de tonterías», cantáis en otro tema del disco. ¿Diez ha cambiado vuestras expectativas de futuro?

Bueno, nuestras expectativas han cambiado más bien con la llegada de los cuarenta€ [Risas], aunque Diez ha sido un revulsivo, como un elixir de juventud.

Si hubiera un tema del disco que resumiera vuestra crisis y la posterior resolución, ¿sería NM?

Claramente. En ella contamos lo que nos pasó y cómo salimos del agujero a través de la música.

¿Habéis atravesado muchas crisis y salido reforzados?

Digamos que nunca antes habíamos visto el fantasma de la separación tan cerca, y eso asusta. Ha sido una pérdida de virginidad total. No éramos conscientes de que aunque seguíamos siendo muy amigos y compartíamos la pasión por la música, cada uno tenía su propio día a día y una forma de pensar que a veces coincidía y a veces no. Pero poder tener esas diferencias y contarlas, ¿acaso no es un motivo de celebración?