Depedro es el nombre artístico de Jairo Zabala, músico madrileño que ha adquirido un cierto nombre a nivel internacional. Su música deambula por espacios musicales dispares, mezclando referencias al azar con intuiciones personales.

Ahora, tras una la larga gira de presentación de El pasajero, su cuarto álbum, el de Aluche se encuentra promocionando Acuérdate, un EP de seis temas que esta noche le subirá a las tablas del Teatro Circo de Murcia -donde compartirá cartel con los cartageneros Bantastic Fand- y que hace unos días presentaba en Madrid con Cinco noches y un día, una serie de seis conciertos seguidos en la sala Galileo a la que invitó a muchos amigos a compartir escenario, entre ellos Ángel Stanich, Coque Malla, Fuel Fandango, Xoel López, Javier Ruibal o Vetusta Morla.

¿Viene Depedro con las pilas cargadas después de Cinco noches y un día en Madrid?

Sí. Me sentó fenomenal. Tener la oportunidad de hacer algo así..., y, además, en lugar de en una sala grande, irme a un espacio más reducido, para que los invitados no tuvieran escapatoria. Conseguimos crear un ambiente muy íntimo cada noche. Fue maravilloso.

¿Qué nos puedes contar acerca de Acuérdate? ¿Toma como punto de partida El pasajero o es una obra independiente?

El EP consta principalmente de tres canciones que no entraron, pero no porque fueran descartes -me dolía mucho no ponerlas-, sino porque era demasiado largo. Así que estoy muy contento de que ahora en este EP se hayan recogido. Además, hemos incluido para hacerlo más interesante una versión de una canción de Amparo (Somos viento), un tributo a Lhasa de Sela y una canción de Aute muy bonita.

Casamance: la banda sonora de un viaje, el documental, fue dirigido por nuestra paisana Paloma Zapata. ¿Qué tal la experiencia? ¿Hubo vicisitudes?

Pues hombre, siempre hay curvas; los caminos interesantes nunca son asfaltados. Pero esas curvas son las que hacen que valores mucho más lo que estás viviendo. Gracias a la visión de Paloma Zapata y su gran realización todos somos un poquito mejores. Los que participamos aprendimos mucho del África occidental, en este caso Senegal.

Trata sobre un griot -algo así como un narrador de historias-, del viaje para encontrarlo.

Exactamente. Con la excusa de encontrar a esa persona, o más bien su estela -alguien que le hubiera conocido, le hubiera influido-, pudimos mostrar una serie encuentros musicales y presentar un poco lo que era el día a día allí.

La primera vez que lo vi me recordó Searching for Sugarman, pero en Depedro.

[Risas] Bueno, sí. Tienen en común que utilizan la música de vehículo.

¿Y África es la fuente de todo?

De mucha música popular, desde luego que sí.

Tu último álbum, El Pasajero, está grabado junto a Calexico y también has contado con Gaby Moreno, Bunbury, Naim Amor, Tom Hagerman y los músicos de la filarmónica de Devotchka. ¿Cómo planeas la grabación y la participación de cada uno?

Lo primero, me costó mucho tiempo encontrar la inspiración para terminar las canciones. Luego decidí ir a casa, mi segunda casa, que es Tucson, donde viven mis compañeros de viaje, Calexico; allí, a lo largo de los años, he aprendido un lenguaje común con ellos, y me ayudaron a grabar el disco. Luego conté con la producción de Craig Schumacher, que sugirió echar mano de tres músicos de la Sinfónica de Tucson, y Tom Haggerman, de Devotchka, hizo los arreglos. Gabi Moreno se hizo los coros del disco en una mañana -fue increíble-, y Bunbury fue muy generoso para ayudarme a darle luz a la canción que habla de la ciudad de México (DF). En fin, no me puedo quejar.

No sé si será el efecto Bunbury, pero encuentro puntos comunes en el sonido de este disco y aquel Pequeño suyo, con un aire muy de cantinero y trotamundos. ¿Es un disco que tienes como referencia?

Lo he escuchado, y quien diga que Bunbury no ha abierto caminos por los que hemos transitado después, está mintiendo, porque es un inconformista y una persona que, pudiendo haberse quedado en un papel, se ha reinventado muchísimas veces, y lo seguirá haciendo.

Para El pasajero has tardado casi tres años. ¿Pasaste algún tipo de crisis creativa, o con tanto estar de gira no encontrabas tiempo de entrar al estudio?

Me encantaría decirte eso último, pero la realidad es que uno tiene bajones también, y no encontraba la manera. El documental y la sugerencia de Paloma me ayudaron bastante con esto, y de hecho hay dos canciones en el disco que forman parte de la banda sonora de la película y que luego, al añadirle la letra, se convirtieron en corte de El pasajero.

¿Cómo lo definirías? ¿Qué tipo de viaje es El pasajero?

Yo creo que no tiene mucha intencionalidad. Con que consiga emocionar en ese viaje de unos 50 minutos que dura el disco, me basta.

¿Abres nuevas puertas en Depedro que hasta el momento no habías abierto?

Siempre intento hacer cosas nuevas, y no me siento incómodo cuando pierdo la voz musical de Depedro, pero siempre intento que me suene familiar y que me aporte un terreno conocido desde el cual yo pueda desarrollar esa idea. Pero sí, estoy abierto a nuevos sonidos, y cada disco es una aventura.

El tratamiento de los arreglos de la filarmónica le aporta un aire muy cinematográfico al disco. ¿Estás de acuerdo con eso?

Me encanta que lo digas, porque la composición de bandas sonoras es una de mis espinitas. En el documental me la he quitado porque lo pude hacer, y soy un fan de los grandes compositores de bandas sonoras de todos los tiempos.

¿Has pensado en llevar al directo esta versión más sinfónica?

No con orquesta, pero si un cuarteto de cuerda. El otro día un compañero que se llama Diego Galaz, un violinista maravilloso, fue uno de los invitados con Fetén Fetén, y pude escuchar un par de canciones con cuerdas, y fue... Le dije: «Vente conmigo», pero desgraciadamente es un hombre muy ocupado.

Hay una frase en Panamericana que me parece muy visual y descriptiva: «Tu dolor al otro lado del alambre». Es fácil pensar con esa frase en la crisis de los refugiados.

Es más con las migraciones involuntarias y con el sufrimiento de esa gente que tiene que moverse y dejarlo todo. Creo que hay dos mundos, o tres o cuatro, pero hay uno de ellos, que es donde vivimos nosotros, que es como el barrio rico del mundo, en el que falta sensibilidad para ver que todos somos muy muy parecidos, mucho más de lo que la gente piensa, y que nuestros deseos y anhelos son los mismos cuando nos acostamos.

Vivimos en todo el planeta un auge de los nacionalismos. Decía Pío Baroja que el nacionalismo se cura viajando. Tú, que has viajado tanto, ¿estás de acuerdo con él?

Yo soy de Madrid, pero mi padre es peruano, y tengo apellido vasco; el nacionalismo no creo que sea nunca mi lucha. Cualquiera que excave un poquito en nuestro país, por donde han pasado tantas culturas, va a descubrir que no es quien se cree que es.