Esta noche actúa en Murcia... ¿cuál es la propuesta escénica que le tiene ocupado ahora?

Estos días los estoy pasando con Diego Cortés. Vamos los dos con su guitarra, improvisando el repertorio, cantando un poco de aquí y otro poco de allá. Depende también de cómo veamos al público, si está de pie, sentando, sereno, borracho… Si digo la verdad, no sé exactamente lo que ofrezco. Lo único que puedo decir es que toco las canciones de siempre y voy sin escrúpulos.

Su compañero en este viaje es el guitarrista Diego Cortés, ¿qué puede contar sobre él?

Hay poco que decir sobre él. Cuando acaba un concierto suyo, todo el público cree que ha visto al mejor guitarrista del mundo. Con Diego va todo bien.

¿Para usted también es el mejor guitarrista del mundo?

Para mí no hay un mejor guitarrista del mundo. Cada uno es su propio mundo y no sé valorar qué es mejor y qué es peor. Depende del género. Con Diego me lo paso tan fenomenal porque me puedo inventar una canción sobre la marcha o tocar un tema que hacía quince años que no lo tocaba. O se hace un solo enorme. Tiene capacidad para meter más decibelios que una banda de rock y para ser sutil como si tocara una misa. Me lo paso muy bien con él porque venimos de mundos distintos.

De usted siempre se destaca que es agitador y provocador, ¿le gustan estos calificativos?

No me gusta que me pongan adjetivos, pero los asumo. Cualquier persona que se sube a un escenario tiene que provocar algo, producir sensaciones a la gente. Si no lo haces, mal asunto. Todos los que nos subimos a los escenarios somos agitadores de emociones, artistas que tenemos algo que decir. Lo hacen miles de personas en el mundo entero cada día, no sólo yo.

¿Le ha preocupado alguna vez que sus opiniones puedan causarle problemas?

Sí, sobre todo cuando no controlo la manera en la que mis palabras llegan a la gente porque pasan por una serie de filtros. Lo mejor para el que me quiera oír es que venga a mis actuaciones y escuche de primera mano lo que digo sobre el escenario. Me siento más cómodo en una actuación que en una entrevista. Las palabras van volando y me han hecho opinar de todo, igual tengo que hablar de Chenoa que de la crisis económica griega, pasando por otros temas como lo que sucede en Venezuela, los sofás, la independencia o un sinfín de cosas increíbles por las que me han preguntado en mi vida.

En un momento como el actual es inevitable que le pregunte por lo que se está viviendo en Cataluña los últimos tiempos...

No puedo opinar nada, sobre temas sociales y políticos no voy a contestar. Lo que está sucediendo es ilegal y anticonstitucional. No puedo decir nada más porque me meterían en la cárcel. Así que prefiero callarme.

¿Votó el pasado 1 de octubre?

No lo hice porque me da mucho miedo que me pegue la Guardia Civil. No puedo contar nada más, tendría un lío. Siempre que hablo tengo un lío.

Una satírica carta suya fue muy comentada en plena campaña del referéndum, ¿cuáles fueron los motivos que le llevaron a escribir aquel texto?

Todo surgió durante una conversación entre amigos y risas. Les dije que cómo no me iban a publicar una opinión sobre la independencia de Cataluña en todos los medios. Escribí algo mal redactado, con topicazos, chorradas y mentiras y no tuve ni siquiera que enviarlo. Lo publiqué y, quien quiso, se hizo eco de ello. Mis amigos del grupo de WhatsApp perdieron la apuesta pero fui bueno. Con lo que me pagaron, nos tomamos algo juntos.

Ahora está preparando también un nuevo espectáculo con el nombre de Miedo, que estrenará el próximo año en Buenos Aires, ¿qué puede avanzar?

Sí, es cierto, estamos currando en este espectáculo con el productor Raúl Refree y la gente de Nueveojos, con la que hice el espectáculo Guerra. También colabora el grupo de pintores argentinos Mondongo. Es cierto que se llama Miedo y habla sobre cosas que me dan miedo.

¿Qué le da miedo?

Todavía estoy recién estrenado con las entrevistas de este espectáculo nuevo y aún no me he aprendido la respuesta a la pregunta que me vais a hacer todos. En seis meses la respondo.

Estos días también hemos visto arder buena parte de Galicia y Asturias, así como de Portugal, ¿cuál es su sensación ante todo esto?

Vivo en el bosque y sé que a le gente que lo hace en las ciudades no le gusta que llueva, le molesta el sol, las nubes, el frío y el calor. Y, por supuesto, le molestan los bosques. A mí me importa un pito, como si quieren asfaltar el Everest. Total, no me daría tiempo a verlo. Mientras lo planifican, lo recalifican, se llevan algo por el camino y lo vuelven a planificar, ya estaré muerto. Creo que el planeta Tierra es una plataforma para los humanos hacia otros mundos.

Mañana puedo cambiar de idea.

¿Cambia mucho?

Hablo con uno y me convence. Luego, hablo con otro y me convence de lo contrario. Siempre sigo la corriente y soy malo para convencer yo. En el escenario no intento convencer a nadie, sólo contar historias.

¿Cómo valora el estado de la industria musical y su relación con los avances tecnológicos?

A mí me gusta más como estamos ahora. Los cantantes nos hemos dedicado a cantar toda la vida. El problema es que ha habido un paréntesis de ochenta años hasta que hemos recuperado la normalidad. Ese paréntesis lo provocó la irrupción de las discográficas. Yo me adapto a lo que haga falta, escolta. Sé que soy una rata que vive en un mundo lleno de gatos. Y me da igual que esos gatos sean negros o blancos.