Me pregunto si cuando Clinton afirmó que nunca había mantenido relaciones sexuales con Monica Lewinski estaba mintiendo o simplemente no consideraba que el sexo oral fuera realmente sexo. Porque así opina nada menos que el 30 % de los americanos. Lo dice el Instituto Kinsey. Kinsey era un meticuloso entomólogo al que su Universidad de Indiana le encargó un curso sobre sexualidad. Con el mismo cejo que usaba para coleccionar insectos, realizó una encuesta, puerta a puerta, sobre los hábitos sexuales de los americanos para preparar este primer curso sobre sexualidad. Entonces, en la década de 1940, el sexo oral no estaba tan extendido. Y apenas había infecciones de transmisión sexual por esta vía.

La gonorrea se mantiene como una de las principales infecciones de transmisión sexual (ITS). Se calcula que se producen al menos 78 millones de casos al año. Debido a que se están relajando las medidas preventivas contra el VIH, las ITS están aumentando. La gonorrea especialmente en la garganta. Allí el gonococo encuentra un medio ideal entre los microbios que normalmente colonizan la mucosa orofaríngea. Así éste es hoy uno de los reservorios de gonococo. Y es fácil que se lo transmita a la pareja sexual.

Las bacterias son sexualmente promiscuas, si definimos sexualidad al intercambio de genes. Ellas recogen las partículas de ADN que expulsan otras bacterias y las incorporan a sus cromosomas. Esas partículas, que denominamos plásmidos, son pequeños conjuntos de ADN en forma circular que no se encuentran en los cromosomas de las bacterias. Es uno de los mecanismos más eficaces que tienen las bacterias para adaptarse a medios hostiles. Por ejemplo, a sobrevivir la agresión de los antibióticos. Si a una garganta que haya seleccionado, por el uso repetido de antibióticos, las colonias de microbios resistentes, llega un gonococo y ocurre que absorbe del medio un plásmido con esa cadena de ADN que lo hace invulnerable a los antibióticos, tenemos un problema. Y esto está ocurriendo cada vez más.

Resistencia a los antibióticos

El 30% de la población de gonococos que nos infecta es resistente. En esta carrera de armamentística, las bacterias han encontrado una defensa que obliga a un tratamiento brutal con una de las cefalosporinas de espectro extendido unida a la azitromicina. Y aun así ya han aparecido tres casos resistentes a este tratamiento, uno de ellos en España. Entonces hay que emplear fármacos que no están probados para esta enfermedad, aventurar sus dosis, tiempos y esperar que los posibles daños no superen a los beneficios.

Sea o no resistente, tratar una infección faríngea por gonococo es siempre complicado porque a la zona llegan mal los antibióticos por ser una región poco vascularizada. A las dificultades de tratamiento se une las del diagnóstico. Mientras en los genitales no es difícil tomar una muestra que sea eficaz, en la faringe, debido a que normalmente los infectados albergan pocos gonococos, el cultivo suele ser difícil.

Los antibióticos interesan poco a la farmaindustria. Es lógico. A ellas les mueve el afán de lucro, se deben a sus accionistas, que no invierten en la empresa por amor a la humanidad. Diseñar un fármaco es muy caro, sólo interesa si hay posibilidad de un mercado que compense la inversión.