¿Qué es para usted una buena novela negra?

Para mí es esencial que una buena novela, me da igual que sea negra, histórica o narrativa, tenga unos buenos personajes, diálogos ágiles y una trama que te absorba. Yo leo para evadirme, para meterme dentro de la historia, para ser parte activa de lo que estoy leyendo. No quiero ser un mero espectador, me gusta implicarme. Hilando un poco más fino, en una novela negra, además de lo anteriormente dicho, no solo busco tiros y golpes, también quiero una atmósfera muy determinada, oscura, opresiva. No es imprescindible, pero no me importa que haya una crítica social. Eso sí, no soporto las novelas en las que el autor moraliza y se implica en lo que está narrando. También me parece importante encontrar humor. Siempre rebaja la tensión del relato.

¿Cuáles serían sus personajes y autores negros favoritos?

Además de los clásicos, como Raymond Chandler -Marlowe me parece uno de los mejores personajes de todos los tiempos, por su mordacidad y por su ingenio- o Dashiell Hammett -Sam Spade es otro gran personaje que me sigue sorprendiendo por la agilidad que muestra siempre-, me gustan autores españoles como Andreu Martín y Jaume Ribera -en casa somos muy fans de Flanagan-, Joe Álamo -adoro a Tom Z. Stone y su reinterpretación del detective moderno convertido en zombi- y Claudio Cerdán -de todos sus personajes, me quedo con El Tuerto-. Aunque solo he leído una novela de Luis Gutiérrez Maluenda ( Música para los muertos), me pareció un gran autor. Además, acabo de descubrir a una autora, que también es compañera de editorial, con un relato corto e intenso: Mírame, de Diana Cerdà. No es solo una novela bien narrada, también cuenta con elementos que me gustan. Y la última novela de Juanjo Braulio: Sucios y malvados, me parece lo mejor que he leído este año dentro del género. Aunque no son autores ni personajes de ficción, tengo muy presentes a personalidades históricas que parecen sacadas de novelas negras, como Livia o las emperatrices chinas Wu y Zishí, mujeres que conspiraron en la sombra. Como siempre se dice, y yo comparto plenamente, la realidad siempre supera a la ficción.

¿Se ha sentido atraída por este género desde siempre?

Siempre me he sentido atraída por las buenas novelas. Tengo épocas donde solo leo novela negra, otras en las que solo leo juvenil, a veces solo leo narrativa hispanoamericana o solo leo fantástica. Va por rachas. Sí que es cierto que siempre me ha gustado el género de misterio.

¿Qué opina de la expansión que vive en España este tipo de literatura?

Vivimos un buen momento para la novela negra, es cierto. Yo me pregunto si fue por el auge de la novela nórdica o porque aquí realmente tenemos autores increíbles que han trabajado incansablemente para que este género ocupe el lugar que se merece. Prefiero pensar que en España hay grandes novelas. La situación que vivimos da mucho juego y se presta a ello. La novela negra ya no es un género marginado o de segunda, ahora hablar de este género es hablar de calidad.

¿Y qué le ha traído a participar en estas jornadas, qué espera de Cartagena Negra?

Lo que me trae a Cartagena Negra es poder mostrar las intimidades de una familia con muchas sombras. Hasta dónde es capaz de llegar esta familia. En el fondo todos tenemos un punto cotilla y nos gusta saber qué se esconde tras esas familias modélicas que muestran sonrisas vacías de cara a la galería.

¿Cuáles son sus armas y métodos preferidos a la hora de matar?

Me gusta elegir elementos de la vida cotidiana y ver las posibilidades que ofrecen, como un tenedor (ya lo utilicé en otra novela), un cortapizza o una infusión de baladre.

Elija algún personaje real para quitar de en medio y justifique el crimen, claro.

Matar en la ficción es estupendo porque no te ensucias las manos, pero si tuviera que matar a alguien, sería en caliente y que hubiera tocado a alguno de los míos. Ahí sí que podría encontrar una justificación. No sé si atendería a razones. El personaje de Bárbara en la novela habla justamente de esto.

¿Existen por ahí familias como los Cuervo del Valle, los protagonistas de su novela Cuervo negro

Claro que existen. Olvidamos con demasiada facilidad la historia negra de España o la historia en general. Me gusta mucho la historia de Roma, sobre todo el periodo de la familia Julio-Claudia, desde Julio César a Nerón. Lo que pasó en esa familia ha dado para muchas novelas. O como lo que ocurrió en la familia de Borgia. Tampoco podemos olvidar a dictadores como Kim Jong-un, Augusto Pinochet o Rafael Leónidas Trujillo, por poner algunos ejemplos. Como he comentado, las emperatrices chinas Wu y Zishí me parecen fascinantes. Uno de los últimos casos que se me ocurren sucedió en Alicante, la muerte de una viuda de un ex presidente de la CAM.

Hace años sucedió un hecho escalofriante en Uganda. Lo viví de cerca porque se trataba de la familia del marido de una amiga. Ella vivía en Valencia. La familia del marido pertenecía a una secta ultracatólica y que no estaba reconocida por la iglesia. Cuando mi amiga iba a Uganda vivía algunas de las situaciones que he reflejado en la novela. Se hablaba del valor del esfuerzo. Las mujeres y los hombres no convivían juntos y ellas eran quienes servían. Aun así, quien llevaba la voz cantante era la madre del marido de mi amiga y uno de los hijos. Hay situaciones que están sacadas de lo que me contaba mi amiga. Aquello terminó muy mal. Así que sí, por desgracia hay familias como los Cuervo del Valle.

¿Cómo se le ocurrió trabajar en esta novela con dos voces narrativas, y además las dos en primera persona?

Esta idea surgió de un hecho real, de un hombre que presuntamente mató a sus dos hijos y la madre de este hombre (o sea, la abuela de los dos niños) no pudo ni denunciar a su hijo ni testificar contra él. Como mujer y como madre no entendía cómo había antepuesto la vida de dos niños a la de su hijo, un psicópata de libro. A partir de este hecho, empecé a barajar la idea de si una madre sería capaz de perdonar lo imperdonable. Para trabajar con este concepto me metí en la piel de una madre y la de un hijo. Bárbara como madre de un asesino, de Gabriel. ¿Qué tiene que pasar que una madre esté al lado de su hijo y haga lo que tiene que hacer para salvar a su hijo?

¿Qué tiene Valencia que la hace tan atractiva como escenario de literatura negra?

Como digo en Cuervo negro, Valencia no es diferente a otras ciudades. Llegué a Valencia a finales del 92 y lo primero que me llamó la atención es la luminosidad de la ciudad, porque la encuentro diferente a la luz de Águilas o de Murcia, que era de donde venía. Quería mostrar las sombras de una ciudad tan luminosa, qué porquerías esconde debajo de las alfombras y a qué huele. Porque Valencia tiene una parte oscura en la que quiero seguir indagando.

¿Ha sido positiva la experiencia de escribir género negro?, ¿se va a prodigar más en él?

Sí, ha sido positiva. Todas las novelas que escribo suponen siempre un reto para mí. Yo siempre presupongo que el lector es inteligente. En esta ocasión, mi mayor reto era diferenciar muy bien las dos voces narrativas sin la necesidad de poner en cada capítulo quien hablaba. Supuso un esfuerzo para mí, pero valió la pena.

Ofrézcale algún consejo al lector de novela negra.

Que lea sin prejuicios. La novela suele ser un reflejo de la sociedad. El autor no se saca nada de la manga, traslada lo que ve, oye o lee al papel.