De alguna guerra del siglo XX son, cuando había desembarcos y baterías de costa. Hoy, misiles y drones. Arquitectura bélica en desuso. No sé si patrimonio. En todo caso, testimonio de aquello de Homo homini lupus, que atribuyen a Hobbes. Cuántos lo habrán pensado, antes y después. Las guerras son inevitables, la mayoría. Nunca justas. Algunas sí. Pero todas son crueles. Y hay muertos. La guerra distrae impuestos y detrae riqueza de las naciones. Dentro de esa trinchera techada hubo soldados. ¿Dejan de ser humanos los soldados? Los soldados pueden ser cobardes, pero nunca desobedientes. Sólo una vez pueden ser desobedientes. Ahí vigilarían y dormirían por turnos algunos uniformados. Acaso dejarán grafitos por las paredes, obscenos o filosóficos. O simplemente sus firmas y sus fechas. Hay una sociología de la soledad de los centinelas, que se resolvió en cantares de vela, cuando medievalizaba la Historia. Las guardias de centinela se hacían en los pasos de ronda y garitas de los castillos y fortalezas. En el XX, las centinelas fueron avanzadas a los búnkeres de playa o monte. Y la soledad de los soldados se hizo mayor. Y su aislamiento también. Muchos murieron. Los enemigos inventaron los lanzallamas. Y fue el infierno. ¡Cuántos guernicas no picasseados?! Los búnkeres eran tumbas con vivos premuertos.