¿Qué es para usted una buena novela negra?

Una sabia mezcla de tres conceptos. Las novelas, negras o blancas, me tienen que entretener. Esto es clave, la diversión por sí misma. Aquí incluiría el poder de generar miedo y suspense en mi interior. El punto didáctico es el segundo. Que me enseñe cosas nuevas. De esta manera, la cosa mejora ostensiblemente. El culmen sería que, además, me haga reflexionar con un mensaje. Que no es necesario que sea profundo, no se trata de una tesis doctoral. Pero sí dejarme pensativo sobre lo que allí se plantea. ¿Eso es novela negra? Puede ser. No es necesario que sea obsesiva, en ambientes sórdidos, ni que haya una mujer fatal, ni que el policía sea borracho y putero.

¿Cuáles serían sus personajes y autores negros favoritos?

Me gustan los clásicos como Felipe Marlone y Raimundo Chandler. Por supuesto, Biscúter, más incluso que el propio Carvallo, del inolvidable Manolo Vázquez. Pero no me ciño a novela negra. Mis géneros favoritos se entremezclan entre el suspense, el terror psicológico y también la aventura. Me gusta la combinación que puede generar esos conceptos.

¿Se ha sentido atraído por este género desde siempre?

He cambiado en gustos dependiendo de las edades. Me inicié en mi juventud con Clive Cusler y su Dirk Pitt. Fui adicto de Stephen King durante años. Estuve y sigo enganchado a Stieg Larsson. Y soy tan cinéfilo como lector.

¿Qué opina de la expansión que vive en España este tipo de literatura?

¿Hay una expansión de la lectura?, ¿en serio?, no me había enterado de que cada vez se leía más. ¡Ostras! ¡Que alegrón me acabas de dar! Me temo que, por desgracia, es al revés. Ojalá sea cierto. Nos interesa mucho a los escritores. Aún más a los lectores. La lectura es la base de la imaginación.

¿Y qué le ha traído a participar en estas jornadas, ¿qué espera de Cartagena Negra?

Espero encontrar a María Oruña, por ejemplo, y que se me pegue algo de su buen hacer.

¿Cuáles son sus armas y métodos preferidos a la hora de matar?

Soy cocinero, además de escritor. Un buen envenenamiento, con algo muy sabroso, diferido en el tiempo, es un arma eficaz y muy pulcra. El rastro que deja es extremadamente limpio. Para asesinos escrupulosos viene perfecto. Desventajas. No es fácil encontrar el veneno adecuado. Por ahora, no se venden en los súper. Por otra parte, si el asesino es todoterreno, de los que se arremanga y no le importa mancharse, un tajo certero en la yugular con un buen cebollero es igual de contundente. Tiene sus ventajas. No hay que esperar, es inmediato, y el arma la puedes adquirir en cualquier lado. Ahora, eso sí, es muy sucio, lo dejas todo perdido. Obligación de ir bien pertrechado de fregona y balde.

Elija algún personaje real para quitar de en medio y justifique el crimen, claro.

Muchos se lo merecerían. Sobre todo, los megalómanos que, dirigiendo sus países, piensan que el mundo es su jardín particular. Y los que lo limpian, sus esclavos particulares. Pero no me justifico. No puedo hacerlo. Para justificar un crimen hay que ser un asesino. Justificarlo te convierte en cómplice automáticamente. Esto lo he visto muy de cerca.

Cocina y literatura negra, ¿cómo se pueden compatibilizar?

Si tratas las dos con un ingrediente mágico. El que de verdad mueve el mundo. La pasión.

¿Qué es lo que hace a su ertzaintza Vicente Parra tan especial como para protagonizar sus novelas?

Vicente me ha secuestrado en todos los sentidos. Pero no es mi alter ego. Tiene detalles míos pero la base está muy alejada. En realidad, es el vehículo perfecto para soñar. Tiene tanta importancia en el relato el subcomisario Vicente como lo que sucede a su alrededor con su familia. Es un todo. El abuelo, su mujer, su hijo y su hijastro. Personajes que se dan pautas de comportamiento entre ellos a lo largo de la tetralogía. En las cuatro intento reflejar los conceptos a los que me he referido al comienzo. Entretener, enseñar cómo funciona el mundo de la cocina por dentro y la tercera y más importante, destripar a los personajes. En esta última novela en concreto, un pequeño análisis de la violencia, la verbal, la evidente y la amable. También de la culpa y de los remordimientos. Necesito que el lector se estremezca con cada uno de ellos, aunque no estén de lleno en la trama, que llore y ría, que sufra. También que empatice con ellos. Todos nos sentimos cercanos al interior de las personas. Podremos ser albañiles, sastres o arquitectos y nos interesarán sus profesiones y cómo se desarrollan, pero cuando hablas contando el interior de las personas, eso, interesa a todo el mundo.

¿Dónde hay más rivalidad, en los fogones o en la literatura?

Si en marte, en vez de marcianos, hubiera humanos habría la misma rivalidad y malos rollos que aquí. No es problema de las profesiones ni de los lugares. El ser humano es así.

¿Cuál va a ser su próximo menú negro?

El asesinato de un crítico gastronómico en mi nueva novela que forma parte de la tetralogía Los aromas del crimen. Sabor Crítico (Ed Destino) es el título de la tercera. Nadie mejor que un crítico para analizar la cocina, ¿no? Además, a este se le puede matar con impunidad. No pasa nada. Pero ojo, a un cocinero o a un barman no. ¿Quién iba a preparar la comida si no?

Ofrézcale algún consejo al lector de novela negra.

Que se crea a pies juntillas todas las mentiras que le contamos porque todas y cada una de ellas son tan ciertas como soñadas.