Decíamos ayer que los Reyes Católicos utilizaron los matrimonios de sus hijos como bazas diplomáticas en una política internacional de gran estilo. Tuvieron Isabel y Fernando cinco hijos. A Inglaterra fue destinada Catalina que fue novia del príncipe Arturo, y al morir éste contrajo matrimonio con Enrique VIII que les salió tela. Con Portugal, Isabel y María celebraron bodas con los reyes portugueses. Con Austria, Juan casó con Margarita de Austria y Juana con Felipe el Hermoso.

El bello Felipe era el primogénito de Maximiliano I, Sacro Emperador Romano y María de Borgoña. Nació el muchacho en Brujas en el condado de Flandes. Su matrimonio con Juana de Aragón introdujo la casa de Habsburgo en España que tantas satisfacciones reportaría en el futuro.

Felipe era un señor que cuando salía a la calle llamaba la atención de lo guapo que era. Las féminas se lo rifaban lo que provocó unos celos enfermizos de su señora esposa que perdió la cabeza dando lugar a situaciones muy desagradables y que el populacho la llamara Juana la Loca, de ahí la película Locura de Amor, protagonizada por Fernando Rey, Aurora Bautista y Sarita Montiel. El disgusto de sus suegros, lógicamente, fue enorme. Felipe, al final terminó creyéndoselo, y se miraba en los escaparates sin ningún rubor cuando paseaba a caballo, acrecentando los desatinos de Juana. El Hermoso murió joven al enfriarse tras jugar al balón y beber una cerveza helada de un trago. Aunque algunos estudiosos afirman que fue Fernando, su suegro, que le dio jarapa para quitarlo de en medio.

El consejero de Hacienda Andrés Carrillo también es hermoso, pero menos que Felipe. El atractivo de este señor radica en sus ojos claros y mirada profunda. Un perfil muy peninsular de engolada rotundidad, cuya cabeza esférica, de perfecta simetría, recuerda a las huchas del Domund con forma de negrito aunque él sea muy blanco. La frente se disipa hasta la nuca formando un todo. Es tal la importancia de la cabeza que ésta prescinde del cuello, quedando embutida en los hombros, acentuando así el poder de una enérgica mirada que parece decir: «Paga lo que debes». Un hombre serio, responsable y formal que parece recién salido de un libro de contabilidad. Por otro lado y atendiendo a la totalidad de su persona física, pero con flequillo, podría haber emulado satisfactoriamente a Joselito en su gran éxito cinematográfico, El Ruiseñor de las cumbres.