Miguel Garaulet es un diputado rubio, lo que significa que mucho antes de formar parte del Congreso de los Diputados, cuando niño, sería mucho más rubio; un angelote de ojos azules que llamaba la atención de los viandantes, debido a sus bucles dorados y atractiva cabeza. Sus piernas no son largas ni cortas, con sólidas pantorrillas que denotan estabilidad, algo evidente cuando se viste de tuno. Su tez macilenta le predispone a la nostalgia, al romanticismo e incluso a la depresión, sobre todo durante el recuento de votos en las elecciones generales. Cuello potente y rígido en hombros recios, que soportan una cabeza cúbica cubierta con un pelo que deja libre la nuca y, por el anverso, muestra una frente rotunda y temeraria. Su sonrisa, a veces nerviosa, es una trama de luz y tiniebla. Su aspecto ario, hubiese dado muy bien en el papel de un Sigfrido, capaz de arrojarse a un barranco para conseguir su objetivo.

Sus ojos claros muestran un carácter más fingido que natural, aún así es abierto y noble. Brazos cortos y robustos, que le distancian del joven Horacio Nelson, al que dejaron manco de un tiro en el sitio de Santa Cruz de Tenerife, por ir donde no le llamaron.

Napoleón Bonaparte exigió al débil rey de España, Carlos IV, que declarase la guerra a Inglaterra, mientras él se preparaba a invadirla. Y en primer lugar, quiso que la escuadra franco-española, mandada por el inútil almirante Villeneuve, presentase batalla a la inglesa. Ambas se encontraron frente al cabo Trafalgar y -aunque dieron muerte al almirante Nelson que dirigía la escuadra inglesa desde el HMS Victory- quedó deshecha la escuadra aliada. Perdimos allí a los heroicos Churruca, Gravina y Alcalá Galiano. La batalla de Trafalgar fue la ruina del poderío marítimo español y un éxito para Horacio Nelson, aunque perdiera la vida y le pusieran una plaza en Londres.

A Miguel Garaulet (al que vemos en la imagen como Nelson) le quedan muy bien los uniformes de cualquier época, como se puede apreciar; a Nelson menos, ya que el hombre no tuvo suerte en los combates antes de morir, al perder un brazo y quedar ciego de un ojo. En cambio Garaulet, de cintura para arriba, está muy bien y mejora con los años. Su boca amplia le convierte en un contertulio locuaz e infatigable. Una virtud en cualquier político de hoy en día que se precie de serlo y quiera llegar a ministro.