Revólver presenta mañana en Águilas su duodécimo álbum, Capitol, un retorno a las raíces del grupo, según el propio Carlos Goñi, líder y alma mater de la banda.

Este 2017 ha sido un año de novedades y cambios para él. El primero ha sido, como no, el lanzamiento de álbum -que sería el décimonoveno si contamos básicos, directos y recopilatorios-, y la otra es que después de 27 años, Revolver ha empezado a trabajar con un perfil más independiente. Y es que Capitol marca su salida del ámbito multinacional para embarcarse en la independencia; o, como se dice en el mundo de la música, la autoedición.

«Yo sigo a lo mío, sin casarme con nadie, aunque no hay dos sin tres», cuenta en el tema Perdí lo que no tuve, una de las composiciones que mejor resumen el espíritu de Capitol. El paso a la autoedición ha sido el paso lógico para alguien que llevaba años depurando su estilo con plena autonomía, ayudado por un reducido núcleo de fieles, en unos tiempos en los que el modelo tradicional de la industria no puede estar más en cuestión.

En este disco, Revólver muestra sus credenciales con un envoltorio más acústico, que a grandes rasgos apuesta más por el folk que por el rock a secas. Goñi afirma que las catorce canciones de que consta Capitol le han servido para contar lo que ha sucedido en los últimos tres años «de piel para adentro», y sintetiza, con esmerada concreción y naturalidad, algunas de las mejores propiedades que han marcado su trayectoria: aliento social, intimismo bien macerado y un costumbrismo urbano con nombre y apellidos que enmarca algunas de sus mejores canciones, compuestas tomando como inspiración las calles de Valencia, Madrid o Barcelona.

Bautizado con el nombre del reconocible hotel de la Gran Vía madrileña en el que ha sido escrito, Carlos Goñi muestra en este trabajo su incredulidad antes las «excrecencias» de la modernidad, destilando el costumbrismo folk de Más Tequila o la relectura góspel de Magnolia Lane.