José Reforma Sánchez, ´Pito´ para los amigos, posee una cabeza privilegiada. No en cuanto al tamaño, pero sí, en cuanto a las ideas. El señor Reforma sabe de todo, de cualquier asunto y de cualquier disciplina. Maneja los números cual computadora y los recuerdos como una enciclopedia universal.

En su infancia tardía, siempre demostró una admiración fuera de lo común por el presidente norteamericano. Varios puntos biográficos coinciden entre estos dos extraordinarios personajes: al presidente Kennedy le encantaban las mujeres como Marilyn Monroe; al señor Reforma Sánchez, también, pero en su caso, Laura Antonelli. A la hora de degustar un whisky, ambos gustaban de la acreditada marca escocesa Vat ´69, al igual que los dos se peinaban con marcada raya a la izquierda y gustaban de lucir estrechas corbatas con nudo ´pitillo´. JFK jamás fumaba en público, todo lo más, algún cigarrillo de rubio, lógicamente, americano. Nuestro murciano ejemplar fuma Ducados y lo hace como un carretero incluso durmiendo.

Recuerda don José, como si fuera ayer, aquel fatídico 22 de noviembre de 1963 en Dallas, en el que Lee Harvey Oswald disparó contra la cabeza del trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos. Matiza con énfasis el libre pensador murciano que se celebraba la festividad de Santa Cecilia, fecha que coincide con el derrumbe de la escalera del Conservatorio, sito en aquellos años en el lateral del Teatro Romea. No, él no se encontraba allí, se encontraba en los billares Fontes, en la plaza del mismo nombre, jugando a los palos. Al conocer la noticia de la muerte del estadista, lloró desconsoladamente; aún hoy, se le humedecen los ojos al recordar tan nefasto día, tras los cristales de sus inseparables gafas Ray-Ban, modelo que copió del presidente asesinado tras ver la película PT-109 en el cine Coy.

Seguramente, John Fitzgeral Kennedy hubiese contado con José Reforma para cualquier menester, sobre todo cuando se produjo la crisis de los misiles y la invasión de Bahía de Cochinos, de haber conocido las grandes dotes negociadoras del filósofo murciano para la mediación y el arbitraje, e incluso para la elaboración y apunte de discursos (como vemos en la imagen); y dar solución definitiva a los problemas referentes a los derechos civiles de las gentes de color. Lamentó profundamente José Reforma la boda de Jacqueline con el naviero griego Aristóteles Onassis, algo que consideró como una traición a la memoria del presidente, exclamando entonces la célebre frase de «€Siempre nos quedará París», alistándose en la Legión.