1.- Algo va a pasar. No has dormido bien, has estado intranquilo toda la noche. No sabes qué, ni cuándo, pero pasará.

No tiene que ser malo€ piensas, pero no estás convencido. Nunca te ha pasado esto pero estás seguro. Andas alerta ante cualquier señal para tratar de verlo venir antes de que pase, antes de que ya no puedas evitarlo, porque será malo, sin duda€ piensas.

Son las 6 de la mañana y has llegado a las cocheras de la empresa de autobuses urbanos para la que trabajas. El tuyo es el de la línea 30 que hace el recorrido entre Zeneta y Murcia, pasando por Los Ramos y Beniaján. Sacas un café de la máquina expendedora que tenéis en los vestuarios y lo dejas que enfríe un poco mientras te pones el uniforme reglamentario. Haces las comprobaciones rutinarias y arrancas. Ha empezado tu jornada laboral y durante las próximas ocho horas estarás sentado delante del volante del autobús naranja de la línea 30, conduciendo, cobrando y transportando pasajeros a muchos de los cuales conoces y te conocen. Es normal, llevas más de cuatro años en este mismo recorrido. Antes has estado en otras líneas pero ¿qué diferencia hay? Por eso, cuando se anunció la nueva línea regular al aeropuerto de Corvera, solicitaste una de las plazas. Eso fue en 2008, la obra se terminó en 2012 y desde entonces nada se sabe. Has soñado todo este tiempo con ese puesto, ver subir al autobús a turistas a empresarios€caras nuevas que te harán más ameno el monótono trabajo de conducir.

Pero eso han sido tus pequeños sueños, ahora tu cabeza está ocupada en esa sensación, en esa zozobra que te inquieta. ¿Qué puede pasar? ¿Acaso soy un mentalista, un clarividente? ¿Desde cuándo tengo yo ese poder? Tu mente racional busca rechazar estas tonterías, pero la ansiedad y los nervios han ido creciendo durante la mañana y tienen atenazado tu estómago hasta el punto de tener constante sensación de nauseas. Sigues atento a todo, pero eso te distrae de tu trabajo y apunto has estado de dejar sin recoger a algunos pasajeros en sus paradas.

Deseas terminar tu jornada, pero aún faltan tres horas para el cambio de turno. De momento todo va bien€ piensas. Pero no puedes librarte de aquello. Algunos viajeros bajan en la parada de Banco de España, ya te queda poco para llegar a la de Plaza Circular, donde podrás bajar a fumar un cigarrillo durante unos minutos€ piensas.

El autobús avanza. A la altura de El Corte Inglés de Gran Vía, algo atrae tu atención hacia la acera de Cajamurcia. Se ha formado un pequeño grupo de gente que mira como dos se están peleando. Nada que no hayas visto ya antes. Vuelves a girar la cabeza a la calzada pero de prontos notas un golpe seco y sin saber qué es, qué ha pasado, sin haber visto nada frenas de golpe.

2.- Lleva viviendo solo desde que su madre murió hace menos de un año. Desde entonces todo ha cambiado. La casa parece otra de tan desordenada y tan sucia, los cacharros se acumulan en la cocina sin lavar y los restos de comida se acumulan en platos que parecen haber sido utilizados varias veces sin que nadie los haya pasado por el fregador. El resto de la casa igual o peor. Solo la habitación de su madre permanece ordenada y limpia, casi como la dejó al morir. Si alguien le preguntara quién la limpia no sabría responder, no lo sabe, no es consciente de que es lo primero que hace cada día cuando se levanta, incluso antes de ir al aseo o de desayunar. Para él es como si su madre aún viviera y limpiara la habitación e hiciera la cama. En el fondo eso es lo que cree, que su madre vive pero que, por alguna razón, no puede verla.

Ahora tiene casi cincuenta años, es alto y ancho, un tipo grande, pero con cara de niño. En su cabeza redonda, el pelo sigue siendo abundante, pero es más claro en algunas zonas y está más sucio y despeinado. Viste descuidadamente, mezclando ropas que hace mucho que no se lavan y que muestran evidentes signos de deterioro. Cada mañana se viste siguiendo una sola regla, no ponerse lo que llevó ayer. En cuanto a la ropa interior, sigue el mismo criterio. Su higiene personal no es muy distinta aunque sí más regular, se ducha una vez a la semana, aunque no siempre usa champú o jabón.

Ocupa el tiempo en mirar la televisión, que siempre está encendida, aunque no suele cambiar de canal y,sobre todo, en comer. Come a todas horas sin distinguir entre cena, desayuno o comida. Para él, siempre es buen momento para tomar una pizza descongelada en el microondas o para freírse un montón de huevos. Estos, junto con el vaso de leche que toma al terminar la habitación de su madre, son la base de alimentación.

No sale mucho de casa, los domingos para ir a misa en La Catedral, o para ir a la compra y siempre al mismo sitio al que iba con su madre, al supermercado de El Corte Inglés.

Hoy se ha levantado más temprano que de costumbre y ha ido directamente a la cocina a freír unos huevos y a calentarse una pizza. Ha comido los huevos mojados con pan de molde y la pizza, y solo después ha tomado el vaso de leche. Se ha dirigido al salón, donde la tele seguía en el mismo canal de ayer y se ha sentado en el sofá. A eso de las doce ha cogido la tarjeta de compras, el carrito y ha salido a la calle.

Camina despacio y erguido, como lo enseñó su madre, pero su aspecto no es, ni mucho menos, el que tenía cuando caminaba junto a ella. Su rostro es distinto, su gesto es menos relajado, más preocupado, se diría que camina más distraído que de costumbre.

Al llegar al semáforo que está junto a la parada de autobuses de El Corte Inglés de Gran Vía, se ha detenido para cruzar cuando el semáforo cambiara a verde, pero ha confundido el movimiento nervioso de unos jóvenes a su lado con que el semáforo había cambiado y ha comenzado a cruzar. Antes de dar el segundo paso, el autobús naranja de la línea 30 le ha golpeado de lleno lanzándolo a unos metros de distancia.

3.- Ahora que ya estoy jubilado, dedico algunas mañanas a pasar por las dos librerías de Murcia que más me gustan. A veces echo también algún vistazo a la de El Corte Inglés, pero cada vez menos. Miro por las mesas de novedades, ojeo algún libro, de vez en cuando compro alguno y así paso un buen rato.

Esta mañana ha sido una de esas, me he tomado un café con Antonio el librero y luego he pasado un rato viendo best sellers en las mesas del gran almacén, pero pronto me he aburrido. No sé si ha sido el café u otra cosa, pero estaba nervioso y he decidido volver a casa.

Cuando esperaba el autobús mirando distraídamente los escaparates, lo he visto aparecer por la esquina que forman la Calle Maestro Alonso con la Gran Vía. Arrastraba los pies y un carrito de compra, caminaba despacio mirando a un sitio y a otro pero como si no viera, parecía asustado. Algo en él llamaba mi atención hasta que un poco más cerca, lo he reconocido. Me ha costado trabajo por su aspecto actual, pero no había duda, era el tipo que tantas veces había visto del brazo de su madre, una mujer grande y elegante, siempre bien vestida y con el mismo peinado, un poco anticuado hasta para una mujer mayor. Me crucé mil veces con ellos pero nunca por separado. Atraían mi mirada el estilo años cincuenta de la mujer y el aspecto de niño enorme de él. Ahora lo tenía a cincuenta pasos de mí, solo, con el mismo aspecto de niño pero estropeado, como esas muñecas con cara de niña que después de unos años son abandonadas porque están sucias y sus vestidos han perdido el brillo.

Mi nerviosismo había aumentado con la presencia de este hombre del que no sé nada, pero al que conozco desde hace mucho. Ha pasado delante de mí, se ha parado junto al bordillo de la acera pero, sin que el semáforo cambiara a verde para los peatones, él ha dado un paso y se ha plantado junto con su carrito en medio del carril bus. Antes de que pudiera pestañear, he visto como un autobús naranja le golpeaba y lo lanzaba unos metros, hasta la marquesina de la parada. Lo he visto como se movía hasta quedar bocarriba, con los ojos abiertos y asustados, un hilo de sangre salía de su boca, me ha mirado como si me conociera y sin apartar la mirada ha cerrado los ojos lentamente.