Buena oportunidad para recordar aquella sugestiva cabecera de la revista del Instituto Alfonso X ´El Sabio´, Brisas Alfonsinas, la que siempre me cautivó, trayendo aquí unas ´Brisas Cervantinas´ que vienen a colación para hablar de don Miguel de Cervantes Saavedra, sin hablar de don Miguel de Cervantes Saavedra; ya que de lo que se trata es de buscar una semejanza entre el empedernido y excelso maestro de actores, Juan Ángel Serrano Masegoso, con alguna gloria de las letras hispanas. No ha podido ser don Pedro Calderón de la Barca, del que sabemos es un devoto impenitente; la cabeza, más bien cúbica, de don Pedro lo ha impedido, pero sí concuerdan sus facciones con el genio de Alcalá de Henares, que tampoco es manco, aunque en este caso sí lo sea.

Realizando un estiramiento craneal con la cabeza y rostro de Masegoso, conseguimos un reflejo más que fiable, con el perfil más conocido y popular (salía hasta en los billetes de peseta) del Manco de Lepanto, que es, a fin de cuentas de lo que se trataba.

No hace mucho, tuve la oportunidad de escuchar a Juan Ángel Serrano Masegoso poniendo voz y entonación, en plan rapsoda, a unos versos de mis buenos amigos Soren Peñalver y José Ángel Castillo Vicente; un placer para los sentidos, ya que lo hizo entre los aromas y a la vista de un más que exquisito arroz y bogavante, a la sombra de los pinares del Valle. Su voz sonaba como un trueno, dando vida y música a la sensibilidad profunda y genial de letras y palabras, en un almuerzo y un recital difícil de olvidar.

La labor poética de Cervantes es amplia y variada. Aunque en una de sus obras se queje de su falta de aptitud para la poesía: «Yo que siempre me afano y me desvelo / por parecer que tengo de poeta / la gracia que no quiso darme el Cielo». Ahí quedó su poema Viaje al Parnaso, en el que hace un generoso recuento de los escritores de su época, o su Epístola a Mateo Vázquez, conmovedora confesión de sus desdichas.

Ingrata y silenciosa labor la del docente, en la disciplina que fuere, ya que el producto de sus desvelos sólo se hace palpable en los éxitos de sus pupilos. Hacer un recuento, un viaje al Parnaso, en la vida de Juan Masegoso sería harto difícil, pues los festivales de Almagro y San Javier quedarían en mera anécdota ante una vida que ha sido y será puro teatro allá donde él se encuentre.