La mirada única de un fotógrafo

Ante esta foto de Ángel Fernández Saura a su colega Pepe Hernández Pina podría decirse aquello de dime con qué cámara andas y te diré quién eres. Sin duda alguna es un maestro extraordinario de ese oficio de luz y creación. Recuerdo admirablemente aquellas ediciones de lujo artístico, en todos los sentidos, que la Fundación Cajamurcia hizo posible con su obra y la de Carlos Moisés; fue una verdadera sorpresa lo que aquellos profesionales ponían ante nosotros; una nueva visión de nosotros mismos. Nunca habíamos conocido nuestra geografía ni nuestras peculiaridades paisajísticas como nos las enseñaba Hernández Pina con sus fotos. Y podíamos sacar la noble conclusión de que era su forma de ver lo que hacía distinta la sorpresa de nuestro encuentro con lo inédito a través de su inteligencia. La fotografía es un oficio de reflexión ante la luz, unas veces del natural y otras resultantes del acecho y de la personalidad del autor. Todo nos pareció nuevo, preciosista y los espectadores, su público, perseguimos por los caminos nuestros los puntos de vista elegidos por el maestro. Unas veces los encontramos, otras veces, no, porque la realidad había que renacerla a partir de sus ojos que miraban todo de una forma nueva. La maravilla no estaba tanto en el paisaje, que sí, lo formidable estaba en su capacidad de sentir las vibraciones de la atmósfera; en este sentido Hernández Pina es un paisajista, un nuevo pintor hiper riguroso y sorprendente.

Hubo colecciones maravillosas de fotos suyas entre nuestras manos; supimos de sus viajes, de sus búsquedas, de sus experiencias y, después de ellas, afirmamos con rotundidad su magisterio. Preguntando por él a su amigo, también magnífico profesional de la fotografía, Joaquín Zamora, nos dice que está con el vértigo que produce la técnica del siglo XXI; entiendo perfectamente lo que quiere decirme y lo que siente Hernández Pina; ha ocurrido frecuentemente cuando el desarrollo de las artes plásticas cambia radicalmente de posibilidades en la técnica y en el formato. Ahora bien, hay una necesidad ineludible en el tratamiento del futuro y que es de absoluta prioridad, aprovechar los conocimientos del maestro para generaciones futuras; ese sería el gran acierto artístico que Hernández Pina podría hacernos. Es verdad que en su tiempo creó escuela, pero esa docencia debe tener una continuidad inmediata.

Las imágenes de Hernández Pina son de absoluta belleza, de acierto en el disparo en el momento preciso; sin otro retoque técnico que su sensibilidad ante el acontecimiento de la naturaleza; esa y no otra es su nobleza y su elegancia fotográfica irreversible. Es fácil de ver, gran parte de su obra, por suerte, está publicada memorablemente.