Ochenta y un años después de aquella madrugada del 19 de agosto de 1936, la figura de Federico García Lorca, independientemente de su trágico e injusto final, sigue siendo modelo y guía de lectores gracias a su enorme obra literaria, poética, dramática, epistolar, sus narraciones, canciones, conferencias y estudios.

Daba la impresión de que sobre Federico García Lorca y su obra maestra en Nueva York estaba todo dicho, habida cuenta de las numerosas aportaciones que excelentes críticos y estudiosos han realizado sobre esta obra en los últimos años, quizás ahora mismo uno de los libros poéticos que cuenta con una mayor bibliografía y con más interpretaciones y exégesis.

Así lo parecía hasta que ha aparecido, publicado por Reichenberger, en Kassel (Alemania), Lorca en Nueva York: una poética del grito, de José Antonio Llera (Badajoz, 1971), en el que ofrece una innovadora reinterpretación de Poeta en Nueva York absolutamente válida y enriquecedora. El acierto de Llera, que reconoce en las primeras páginas de su libro lo que numerosos ensayistas y críticos aportaron a la comprensión del libro, ha consistido en ofrecer una lectura del libro desde una perspectiva inédita, podríamos decir que situándose en Nueva York en 1929 y 1930, en sus calles y en sus barrios, en sus medios de transporte, en sus edificios y en sus representaciones artísticas, cinematográficas y fotográficas, es decir, en la misma entraña de su realidad socioeconómica como ciudad y como contexto vital agresivo y dramático.

Mientras que los anteriores estudios enfocaban el libro muy legítimamente teniendo en cuenta a su autor y las circunstancias vitales en que Lorca escribió su obra, Llera se sitúa en la propia ciudad de Nueva York en 1929 y recupera, como elementos que le ayudan a comprender a Lorca y a sus poemas, las numerosas y sorprendentes intersecciones entre literatura, pintura, fotografía y cine de ese momento histórico que tienen a Nueva York como protagonista.

No se olvida Llera del autor y de esas circunstancias vitales a que antes nos referíamos. El subtítulo del libro alude a una poética del grito, y el grito como tal figura en el título de uno de los poemas más significativos de un libro en el que todas sus composiciones son pertinentes y significativas. Cualquiera que se introduzca en Poeta en Nueva York oye enseguida ese grito que lo define y, por eso, son recordados en el libro unos versos de un lector excepcional, Pablo Neruda, que evoca justamente ese grito que caracteriza al libro neoyorquino de Lorca: «Si pudiera llorar de miedo en una casa sola, / lo haría por tu voz de naranjo enlutado / y por tu poesía que sale dando gritos», escribía el poeta chileno en su Oda a Federico García Lorca.

Se organiza el libro de José Antonio Llera en tres capítulos que llevan unos títulos que quizá puedan asombrar en un primer momento: el vómito, la sangre y la orina, pero no han de extrañar estos términos por varias razones.

En primer lugar, como explica el autor, porque el poemario es, ante todo, un libro sobre el cuerpo y sus representaciones. El cuerpo y el deseo como reflejos de un amor atormentado, en el que confluyen lo individual y lo colectivo. La segunda razón es que estos términos tan escatológicos están, como el grito, en los títulos y en los contenidos de poemas muy sustanciales del libro neoyorquino: vómito en Paisaje de la multitud que vomita (Anochecer de Coney Island); y orina en Paisaje de la multitud que orina (Nocturno de Battery Place). Mientras que la sangre protagoniza Vuelta de paseo y Nueva York. Como advierte el propio autor, esta división se corresponde con tres estadios: el cuerpo mutilado, el cuerpo sacrificado y el cuerpo como objeto de suciedad y humillación. Entre rosas de carburante y la quijada fría de los metales, persignándose sobre el humo granulado de los barcos, Lorca canta el misterio del deseo con las piernas azotadas, el misterio del cuerpo sometido o el de aquel que transgrede la norma y es castigado en su pureza. Y es que el libro de José Antonio Llera, en realidad y en el ámbito de los estudios de Literatura Comparada, lleva a cabo una nueva lectura de esos cuatro poemas, desde la cual va trazando círculos concéntricos que consiguen arrojar luz sobre todo el poemario. Desde lo particular se van obteniendo conclusiones generales que afectan a todo el ciclo poemático lorquiano de Nueva York.