Cuando las imágenes hablan

Una imagen vale más que mil palabras», dicen. No estoy seguro, puede ser. No tengo consensuado el tema con Paco Salinas, maestro fotógrafo, al que aprecio mucho personal y profesionalmente. Le conozco más de cincuenta años, por no decir sesenta, dejémoslo en cincuenta y cinco. Él mismo me recordaba, hace muy poco, nuestro primer encuentro de niños en Trapería, en la puerta de Mi Bar, cafetería de la época.

En los días precisos yo estaba en la tertulia del Bar Santos y llegó su padre, también Paco, también sastre, como el mío, con un ejemplar de El País. «Mi hijo Paco ha publicado su primera foto en este periódico», ni más, ni menos. Orgulloso él en buena lógica, sorprendidos todos. Empezaba así una brillantísima carrera fotográfica en la que ha sido un ejemplo, continuada con el rumor público de su valía. Y se hacía notar en la historia fotográfica regional y nacional. Un grandísimo reportero, un registro automático de su mirada hacia el objeto o hacia las personas le han distinguido. Ese saber ver que es ciencia exacta de la imagen argumentada. Sus obras tienen ley y leyenda, argumento si se quiere. Vuelvo aquí, a la teoría de la imagen y la palabra, quizá Salinas crea más en su oficio que cualquier escritor en el suyo. Yo me abstengo.

Paco ha estudiado los procedimientos fotográficos, ha creado escuela. Ahí está su hermano Javier, siguiendo sus pasos; y también una de sus hijas. Ha sido un estudioso de la historia de la fotografía en general y de la muy particular de nuestra Región, muy amplia y muy generosa en profesionales y amateurs valiosos. Nada se le escapa en emulsiones, en celuloide, en sensibilidades, ni en los nuevos procedimientos. Tiene un archivo de décadas de trabajo muy importante, debiera mirarse su contenido desde las instituciones culturales. Trabajó para revistas de conocido prestigio y en otras casi olvidadas por efímeras. Realizó diseño gráfico y carteles.

Paco Salinas, hace también muchos años, décadas, dio el salto a la gestión cultural haciendo hincapié, lógicamente, en la fotografía. Fue pionero en la Asociación Mestizo, que dio lustre a la organización de exposiciones y eventos que fueron clave para el entendimiento de nosotros mismos. Más tarde, la convocatoria de Foto Encuentros, que dirigió con gran acierto, promocionó las diversas tendencias de la fotografía, no siempre conocidas por el gran público. Todo esto, que era absolutamente necesario, pasó al olvido sin ni siquiera rastro de una memoria efectiva y afectiva. Es un lamento entre los que vivimos mejores tiempos para el reconocimiento del Arte Fotográfico. Puede que todo no ande perdido y solo sea una confusión en la valoración de los mejores y los mediocres. Es la eterna canción de poner las cosas en su sitio y reconocer a quién vale y a quién no. Yo espero su momento.