Adriana Ozores y Fernando Tejero protagonizan esta noche una nueva jornada de la 48 edición Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de San Javier. Será a partir de las diez y media en el auditorio del parque Almansa, que sigue con su maquinaria bien engrasada para afrontar un verano particularmente intenso sobre sus tablas. En esta ocasión la obra a representar será La cantante calva, punta de lanza del teatro de lo absurdo que dirige Luis Luque con Joaquín Climent, Helena Lanza, Javier Pereira y Carmen Ruiz completando un reparto de altura.

En esta versión de la obra del dramaturgo rumano Eugène Ionesco que se estrenó a finales del pasado abril en el madrileño Teatro Español, «se ha trabajado lo que él quería contar», según Ozores, que ha definido su trabajo como «una delicia». Y es que, explica, no se trata de personajes con los que se «puedan» apoyar en la psicología, lo que ha permitido que el director les «haya instado a jugar» y a poner en valor la «importancia del trabajo de grupo».

La obra que Ionesco (Slatin, 1909-París, 1996) estrenó en 1950 habla de una sociedad burguesa aburrida y llena de clichés, y la escribió mientras trataba de aprender inglés a partir de un manual lleno de estereotipos y frases sin sentido. «Esta obra está escrita en esos años, me imagino que pertenece a su época, pero yo la leo y pertenece a la mía. Creo que es una función muy contemporánea, muy de ahora», opina Luque.

Explica que Ionesco escribió este texto en una Europa devastada y en estado de «perplejidad y desconocimiento» tras la segunda guerra mundial, unos sentimientos que «nos siguen bañando» y que él ha ejemplificado con el drama de los refugiados, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca o el «auge de los populismos de todos los colores». «Creo que por eso esta obra es contemporánea», apostilla el director del montaje que ha traducido del francés Natalia Menéndez, quien encuentra La cantante calva como un «clásico que sigue siendo completamente desconocido»; eso sí, pese a ese aparente ostracismo, el público de San Javier ha respondido de diez: entradas agotadas desde hace días.

Es «una lupa de aumento sobre el aburrimiento de la burguesía», añade Menéndez, quien aconseja no buscar demasiadas explicaciones: «De lo que se trata es de sentir algo de asco mezclado con risa».

Por su parte, Tejero «sigue haciéndose preguntas sobre esta función», porque, al contrario que Ozores, cometió el «error» de afrontar su personaje desde la psicología, aunque está «muy emocionado, contento y muy nervioso». «Estaba viviendo un momento tan absurdo como la obra», cuenta el actor sobre los primeros ensayos de este espectáculo, una «comedia que en sí misma es una tragedia».

El espacio de La cantante calva, que Ionesco ambientó en una casa burguesa del Reino Unido, se convierte en esta versión en un lugar «completamente contradictorio», con trazos de los años sesenta, setenta y ochenta porque los habitantes de la obra «llevan mucho tiempo en ella», desde que se estrenase en 1950.

La obra, que no ha dejado de representarse en todo el mundo desde su estreno, y que 67 años después sigue en cartel ininterrumpidamente en el Thèatre de la Huchette, de París, parte del encuentro de dos parejas en un palacete decadente a las que se suma una sirvienta fogosa y un bombero en busca de un fuego que no existe.

La escenografía, de Mónica Boromello, traslada al espectador a Gran Bretaña, en un guiño al origen de la obra, que Ionesco tituló en un principio La hora inglesa y cuyo punto de partida fue un método de aprendizaje de inglés que el autor encontraba lleno de frases sin sentido y clichés que no eran eficaces. La música, que juega un papel importante, es obra de Luis Miguel Cobo, que también echa mano de clásicos sajones como el Dios salve a la Reina con el que empieza la función.