¿Qué es para usted una buena novela negra?

Aquella que me obliga a volver a encender la luz de la mesilla de noche para leer un capítulo más, ¡uno más y ya paro!, antes de que mi mujer me amenace con irme a dormir al sofá del salón. Aquella que a las cuatro de la mañana hace que se me abra involuntariamente un ojo y se me derrame la inquietud por saber qué va a pasar, hasta que mi mujer cumple su amenaza y me condena al ostracismo. Aquella que, ya tumbado en el sofá del salón, me obliga a levantarme al grito de «¡no me lo puedo creer!». Una novela negra para mí es un ejercicio de tensión. Como dice Vila-Sanjuán el secreto está en dosificar la intriga.

¿Cuáles serían sus personajes y sus autores negros favoritos?

Los inquilinos de Baker Street 221b más Plinio y don Lotario. Soy una persona de otra época y corte moral, que canta Loquillo. Eso sí, el futuro tiene las puertas abiertas a mi asombro y devoción hacia cualquier nuevo personaje. Sólo soy sectario con el fútbol. Sobre autores decirte que los primeros autógrafos que pida cuando llegue al cielo serán a Doyle, a García Pavón y a Chesterton. Ahora mismo estoy entusiasmado con David Llorente. Me cautivó como persona y me ha dejado tiritando de admiración como autor.

¿Se ha sentido atraído por este género desde siempre?

La visión de mi padre junto a la chimenea de casa, con su pipa, envuelto en una nube de humo que regalaba olor a cereza, leyendo a Wallace, a Simenon a Hammett, ¡a todos los grandes!, me ha acompañado desde niño. Su entrega a la lectura resultaba fascinante. Quise probar tal intensidad. Ahora repito el mismo patrón, salvo que mis queridos hijos me dan el coñazo con cualquier cosa. ¡Yo no me atrevía a profanar aquellas horas sagradas de mi padre! A mí en casa no me respeta ni el perro.

¿Qué opina de la expansión que vive en España este tipo de literatura?

Todo con moderación, hasta la moderación. La expansión y la moda van de la mano hacia los precipicios del beneficio económico a ultranza. El fantasma de la vulgaridad ronda tales lugares. Yo, que soy de Huéneja, un pueblo precioso de Granada, te aseguro que cuando levanto una piedra lo hago con excitación ante la posibilidad de toparme con un alacrán. Pero si al levantar esa piedra me encontrara con cien alacranes gritaría: «¡esto no es de recibo! ¿Quién cojones los ha puesto ahí?». Y no levantaría más piedras. La hinchazón no es sana.

¿Y qué le ha traído a participar en estas jornadas, qué espera de Cartagena Negra?

De un lado me ha traído la amabilidad de los organizadores al pensar en mí, cosa que agradezco enormemente. De otro lado, el rigor que vertebra estas jornadas es su mejor carta de presentación. Sé que rezuman calidad. Considero un honor formar parte de la edición de este año ¿Lo que espero? Tomar contacto con muchos lectores.

¿Cuáles son sus armas y métodos preferidos a la hora de matar?

Últimamente me decanto más por los golpes a puño cerrado hasta que me estallen los nudillos. Lo suelo hacer en sueños con mis enemigos, pero no acabo de matarlos. Así puedo repetir una noche y otra y otra?

Elija algún personaje real para quitar de en medio y justifique el crimen, claro.

A mí mismo. Me convertiría de este modo en el James Dean de la novela negra española. Mis hijos me lo agradecerían a la larga teniendo cuenta la exigua herencia que voy a dejarles.

¿Realmente cuánto puede llegar a pesar el alma humana?

El alma tiene más fuerza de gravedad que un agujero negro. En un alma mala las cosas alcanzan una densidad tan terrible que el bien acaba aplastado, en un alma buena el espacio y el tiempo construyen autopistas para que el bien viaje cómodo.

¿Tienen los personajes del lumpen tanto atractivo como para ser protagonistas de una novela negra?

Todo perdedor es un exorcismo de nosotros mismos. La marginalidad es un espejo de nuestra sonrisa más cínica. Ellos somos nosotros pero nosotros no somos ellos.

Usted viene de la poesía, ¿podemos hablar de que existan tintes poéticos en la novela negra?

Todo escritor tiene algo de poeta. No hay géneros cerrados, no existen los compartimentos estancos en la literatura. Existen escritores que blindan sus estilos, que es distinto. Pero el final el viento de la creatividad despeina hasta a los más engominados.

Acaba de ganar con El peso del alma el premio Silverio Cañada en la Semana Negra de Gijón, ¿eso significa que vamos a ver nuevas entregas de género negro?

En un año he ganado Getafe y Gijón. Sí, sin lugar a dudas habrá más novelas negras, pero voy a hacerme de rogar un poquito. Recuerda que soy de Granada. Mi ´malá follá´ me puede. Eso sí, quédate con un título: 7 niños gitanos.

Ofrézcale algún consejo al lector de novela negra.

Lea primero a los clásicos, después a los contemporáneos. Empiece por Poe y acabe conmigo. La novela negra es un iceberg que encierra siete octavas partes bajo el mar de los años. Somos enanos a hombros de gigantes.