El intenso bullir de una personalidad creativa

delantándose a la razón de su edad, siguiendo unos pasos que él entendía curiosos e interesantes -con la cámara familiar de 8 mm. en los años 60-, dejando a todos perplejos, Juan Antonio Molina Serrano rodó varias películas que ahora son historia. Una de ellas Al alcance de la mano, es un argumento donde intenta -ni más ni menos- que interpretar un texto de Kafka, y sale ileso y engrandecido del intento, siendo un adolescente. Logra así una madurez inusual, una mirada nueva, ¡lástima no rodase en un formato mayor! En otra de sus películas utiliza la animación de objetos que entonces se experimentaba. Ahí, empezó a darnos unas claves de lo que sería su extensa dedicación. Podría haber sido cineasta pero derivó en la arquitectura, digamos complementada. Porque mientras las primeras obras le llegaban hizo escenografías (recuerdo las reuniones de mi despacho con él y César Oliva) y también carteles en la época del esplendor del diseño gráfico, los 80. Pero seamos justos, donde brilla de manera especial -muy especial, muy moderna- es en la arquitectura, en la revolución cúbica y blanca de los espacios, sin abusos efímeros en los que suelen caer los proyectistas.

La arquitectura de Juan Antonio Molina le sitúa en la cumbre de los técnicos murcianos de la época, los que transforman en parte la ciudad embelleciéndola. Además conoce las técnicas de restauración de las piedras ilustres y actúa en monumentos de nuestro patrimonio con gran acierto. Por entonces tiene un gran estudio en la Plaza de Santa Catalina. Viaja y conoce, es un estudioso de la historia de la arquitectura y disfruta siendo un cinéfilo importante; da conferencias en los 90 importantes a las que yo mismo asistía con cierto embeleso. Ha escrito de arte y presentado pintores que buscaban su voz y aval.

Es un alma generosa, ha cedido su archivo al Archivo Regional, parte de su biblioteca a la Universidad Politécnica de Cartagena y su cine a la Filmoteca Regional. Y, asiste con asiduidad a eventos de sus amigos, entre los que me luce encontrarme. Reconozco mi sorpresa al verle en la foto de Saura, vestido con la ropa del arca, de los viejos huertanos de la tierra. Ahora, llegado el tiempo del júbilo, viaja, desaparece y vuelve.

Nos cuenta, nos alimenta. Es un maestro de la línea y del espacio; del equilibrio del crecimiento urbano. A veces se le ha visto con ganas de modificar, en mucho, el trazado de la ciudad que ha resistido a sus intentos espectaculares. Es un innovador, una garantía constructiva, un coleccionista de hermosas sensaciones estéticas. Digámoslo claro, un lujo para Murcia. Desconozco si tiene vinculación y magisterio en la Escuela de Arquitectura de Cartagena, si no es así, debiera tenerlo, por el bien de los técnicos murcianos del futuro.