La juventud no es una etapa de la vida, la juventud es un carácter ante la vida. Nadie tiene la culpa de haber nacido antes o después, simplemente se nace cuando nos toca.

Teodoro García Egea, brillante diputado en Cortes, es un hombre joven y preparado que nació en 1985, d. De aspecto impoluto, diría que hasta guapetón. Su sonrisa es cautivadora, como de actor americano de los cincuenta. Me recuerda, queridos alumnos de la Tarea de Vacaciones, así de pronto, al actor, al exgobernador de California y exfisioculturista Arnold Schwarzenegger, pero en fino. De hecho, el diputado García es un gran aficionado al judo, aunque no tenga nada que ver. En su palmarés deportivo consta el ser campeón internacional de lanzamiento de huesos de oliva, lo que pone de manifiesto su interés por mantener una ´mens sana in corpore sano´.

Por estas gratas fechas estivales, la primeriza televisión, el NO-DO y la prensa de la época daban cuenta de las vacaciones del generalísimo Franco, siendo en ellas indispensable sus singladuras a bordo del yate Azor. Debido a su juventud, don Teodoro conocerá sólo por referencias tan legendaria embarcación, por lo que hemos creído conveniente ponerle al timón del mismo en una divertida clase práctica. A lo que vamos: en 1964, España celebraba los XXV Años de Paz. Se cumplían las bodas de plata del Régimen del 18 de julio, veinticinco años desde aquel 1939 en que acababa una trágica contienda fratricida sobre las tierras de España. Por esto, aquel año de 1964 quedó marcado por un signo de reflexión a través de la actuación de los hombres públicos. Un año en el que hubo todo un aluvión de inauguraciones en cualquier ámbito y cuyo reflejo de los logros conseguidos quedaron marcados en la Exposición Universal de New York, en la que España brilló con luz propia. Se estrenaba Franco, ese hombre, de Sainz de Heredia, y los festejos militares y civiles se daban por toda Españapara conmemorar aquel hito inconmovible de 25 años de paz, una época fecunda de labor y mejoramiento de la patria.

Teodoro García destacaba no hace mucho la campaña de Puertos del Estado para convertir los viejos faros de España en infraestructuras que puedan ser utilizados por todos. Ahora que le hemos subido al yate de Franco, mire al Faro de Cabo de Palos y comprenderá que es mejor no tocarlo, pues al final sólo lo disfrutarán unos pocos. Mejor traigan agua a los regantes y todos quedaremos agradecidos.