En Irlanda es sagrado. San Patricio, que es mediolorquino, explicó con el trébole la Santísima Trinidad a los irlandeses, cuando paganos. Por eso es el símbolo nacional, y el verde su color. España, que es tan nación como Irlanda, tiene desafectos varios, que impiden la misma unidad que en Irlanda. Una maldición, el Taifismo ibérico. Pero ahí está, el trébole, por el suelo de la Europa húmeda. Dicen que hay algunos de cuatro hojas. Se ve que San Patricio no encontró ninguno. Tampoco hubo aguafiestas que vinieran a mostrarle un ejemplar. La divina providencia, que actúa a veces. No sigo con la deshomologación con España, que estas fotos prosadas son otra cosa. Las tres hojas del trébole miran hacia arriba, horizontales al suelo. Gustan del sol, al que enamorar quieren para trajinar con la clorofila y eso. Los tréboles clorofilan muy bien. Y tienen a bien no crecer. Quien los quiera coger, que doble la riñonada. Es una astucia defensiva de ser pequeño. Muy eficaz. Habría que estudiar en las universidades americanas la estrategia del trébol hacia el poderoso. Los guerrilleros españoles antinapoleónicos, que daban más disgustos a Wellington -su jefe- que a Napoleón -su enemigo-, usaban una astucia de la misma especie. ¡Viva el Trébol!