Usted es la única que puede mover y gobernar mi corazón», le escribía en sublimes epístolas Napoleón Bonaparte a su ´bonne Josephine´.

Nacida en la Martinica francesa. María Josefina Rosa Tascher de la Pagerie, siempre soñó con el amor, el matrimonio y vivir en Francia. Su educación discurrió entre un colegio de monjas y la plantación de caña de azúcar de su padre. Sus muchas horas al aire libre la convirtieron en una joven saludablemente bella, extrovertida y de carácter. La mujer de aquella época solía contraer matrimonio a muy temprana edad. Josefina lo hizo a los dieciséis años, presionada por sus padres casó con el vizconde Alexandre de Beauharnais, hijo del gobernador de la isla. Se casaron en París. La muchacha isleña no tardó en adaptarse a los refinados modos de la noble sociedad parisina, haciendo amistad con las mujeres más elegantes y sofisticadas del momento. Al poco tiempo Josefina era la más destacada y solicitada en los salones sociales de París. Pese a tener dos hijos, el matrimonio no logró funcionar, cada uno hacía su vida. Él, mariscal de campo involucrado en los acontecimientos políticos que desencadenó la Revolución Francesa, fue guillotinado por el gobierno del Terror acusado de ´aristócrata´.

Paul Barrás uno de los líderes del Directorio la llamaba «mi viciosa criolla», y gracias al mismo conoció a Napoleón quedando éste y desde entonces prendado de una mujer tan fascinante como influyente. Se casaron en 1796, las ausencias del entonces general le hicieron llevar una vida social intensa y mantener a algún que otro amante. Su fastuosa coronación como emperatriz no impidió el ser repudiada cuando se constató que no podía quedar concebir más hijos, pese a ser el gran amor en la vida del genio de la guerra. A Malmaison nunca dejaron de llegar las cartas de Napoleón hasta la muerte de tan extraordinaria dama.

Un halo de cierta melancolía rodea la figura de la edil Conchita Ruiz Caballero que la equipara, en cierto modo, a Josefina: la juventud, la belleza, la inteligencia y su decidido carácter, están presentes en ambas.

La de la Malmaison murió enamorada de su caballero andante pese a sus años frívolos, lo que la distancia de la concejala murciana, apegada al hogar y a las tradiciones de su tierra. La sensibilidad es uno de los patrimonios de Conchita Ruiz Caballero, una señora cercana, trabajadora y virtuosa por excelencia.