La polémica, el paso del tiempo o la dudosa legalidad de algunos de ellos hicieron que ciertos festejos acabaran por pasar a la historia. Es el caso de una de las actividades por las que la diputación de Perín fue muy popular durante años. Su ya reinterpretada fiesta de la subida del burro al campanario recreaba una leyenda, según la cual los lugareños descubrieron que en lo alto de la iglesia crecía una frondosa mata silvestre de cerrajón, por lo que decidieron subir un asno que tenían hasta allí arriba amarrándole una soga al cuello y tirando mediante una garrucha. Este festejo sigue realizándose, pero desde hace años el pollino de carne y hueso es sustituido por uno de cartón piedra y vivos colores.

Ceutí también ha dado mucho de qué hablar en cuanto a fiestas populares se refiere. Y es que hasta hace un par de años, la localidad organizaba los ´marranos en el barro´. La prueba consistía en que los diferentes participantes entraban en un lodazal para tratar de dar caza a un cerdo.

La fiesta estuvo rodeada por la polémica durante varios años ya que grupos animalistas acudían hasta Ceutí para tratar de evitar el desarrollo de la prueba. Muchos de ellos criticaban la violencia con la que se trataba a los animales, mientras que desde el Ayuntamiento defendieron constantemente que los participantes que maltrataban a los cerdos eran «expulsados inmediatamente».

Finalmente, la prueba fue prohibida y sustituida por una ´caza del marrano´ sin marrano. Ahora los participantes entran en la charca de barro para enfrentarse a varias pruebas. El premio para el ganador sigue siendo un cerdo, pero en este caso ya muerto.

Un caso aparte es la resucitada fiesta del tiro a la codorniz que, a pesar de las protestas de los animalistas, fue recuperada el pasado julio por un grupo de cazadores. Este festejo se puso en marcha en la década de los 80 y sus defensores alegan que ha vuelto «por demanda popular».