La geometría estérica, -o sea, tridimensional- se esparce en soluciones verticales y horizontales. Las buenas escuadraturas de los artífices hispanos de Segóbriga han sito redondeadas por la intemperie y su amigo el tiempo. Algunos hongos, resistentes y tenaces, han conseguido anclar sus cortas raíces en la piedra. Y todos juntos han sabido acceder a esa intemporalidad que es el Patrimonio, uno de los mejores inventos del siglo pasado, florecido en éste que ahora transcurre. La imagen, fragmento de la gloria entera que es el teatro, nos da una lección de orden y estructura. De victoria sobre la gravedad, silenciada por la humildad de la piedra berroqueña, que se amolda a la cávea natural del terreno. Sandalias de atadura hasta la rodilla, ascenderían por esa grada, tapadas por la túnica blanca o casi. Son piedras que escucharon el latín del Bajo Imperio, cuando lo romano iba quedando en el exterior. Un día, la ciencia sabrá extraer los ecos que rebotaron en esas piedras y habrá que distinguir los étimos iberos, celtas y, claro está, romanos. Pero, a nadie, o casi nadie, interesará la cuestión. El ciego sol de La Mancha, en el estío, lame el granito y le encuentra sabor de imperio.