Las canciones de Michel Legrand siguen brillando mucho tiempo después de pasar al olvido las películas para las que se compusieron, aunque los éxitos del compositor y pianista de jazz multi-galardonado también están en películas muy famosas, como El secreto de Thomas Crown, Verano del 42 y Los paraguas de Cherburgo. Legrand empezó por todo lo alto en los 50 como compositor y pianista de jazz: contrató a Miles Davis y John Coltrane para su álbum de debut. Ahora, con 80 y tantos, somete sus éxitos más conocidos a deconstrucciones algo maliciosas.

El público seguramente esperaba un desfile de éxitos, y en cierto modo lo hubo, pero Legrand es un músico demasiado inventivo y bienhumorado. En plan patriarca venerable y travieso, se lanzó a tocar sus canciones jugueteando con ellas en formato trío: Legrand al piano, Pierre Boussaguet al contrabajo y François Laizeau a la batería, muy compenetrados y virtuosos.

Legrand cantó, hizo scat, y a menudo su voz -aunque por momentos desafinada- y el piano eran la misma cosa. El trío es dinámico y compacto; tocaban relajados y sin apreturas rítmicas, porque Legrand llenaba sin esfuerzo los espacios jugando con el tiempo, derramando las notas en 'Ray Blues', que compuso para Ray Charles, la primera de una noche de temas originales suyos (un gran compositor como él no necesita demasiado material ajeno). Su mano izquierda toca con autoridad desenvuelta; la derecha con precisión cristalina. Sus acentos percusivos marcan el solo de batería, luego el piano acelera y vuelve a centrar la atención. «Esta pieza no existía antes de esta noche y no existirá después», dijo como parafraseando a Heráclito.

«La Valse Des Lilas, que Johnny Mercer popularizó en inglés ( Once Upon a Summertime), se presentó aquí en su francés original cantada por Legrand, que fue derivando su delicadeza a la abstracción del scat. Laizeau conjuró un brillo impresionista a los platillos que flotaba como la niebla. El rotundo contrabajo de Boussaguet proporciona los cimientos del piano. Legrand es un diablillo embaucador que deconstruye muchas de sus canciones con jazz, pero procuró ser fiel al sonido original de You Must Believe in Spring, de la película Les Demoiselles de Rochefort El bajista esbozó con elegancia la pieza, y Legrand envolvía el tema con espontáneas melodías contrapuestas.

Legrand siguió cantando Dingo Lament, de una colaboración cinematográfica con Miles Davis, un scat ágil y lleno de regocijo. Dingo Rock, otro tema de la misma película, se abrió con un solo de Laizeau creando una atmósfera tenebrosa. «Un rock and roll con Miles», dijo. Y en eso llegó, con todo su fondo nostálgico, la inmediatamente reconocible The summer of 42, a la que el público respondió con una ovación. Legrand agradeció varias veces la acogida, pero su último 'thank you' convertido en grito sonó a un 'ya está bien'.

'Anarquista travieso'

«Ahora una pequeña pieza clásica. Esto es una fuga». La nombró The family fugue; explicando en qué consistía provocó las risas del público. Legrand está al mando como un anarquista travieso. En What Are You Doing the Rest of Your Life (la compuso para Barbra Streisand, pero no es lo mismo cantada por él con voz frágil y temblorosa -aunque llena de entrañable ternura-), que casi nadie fue a ver The Happy Ending, la película para la que compuso esa canción. Estableció la encantadora melodía y Boussaguet iba tras él con líneas robustas y oscuras, mientras el batería sacudía el auditorio con un repentino cambio de ritmo. Legrand aporrea las teclas, pero era el momento de Boussaguet; Laizeau puso un suave broche con las mazas.

La carrera de Legrand como compositor para el cine ha sido tan espectacular que tendemos a olvidar que es un magnífico intérprete de jazz. Su veloz técnica digital impresionaría en un pianista con la mitad de su edad, pero lo que lo hace más atractivo es su brillante colorido sonoro, y su astucia al añadir aderezo armónico a las piezas conocidas.

El concierto, todo de temas originales, mezcló meditaciones en forma de solos con un lustroso swing al piano (a veces insinuando florituras al estilo de Art Tatum, llenas de originales fraseos) e interacción juguetona con sus compañeros, siempre alerta.

Un toque ligero

El toque de Legrand es ligero como una avispa, pero puede sonar como toda una big band. Se hace evidente su capacidad con las teclas cuando toca Watch What Happens, de la que dijo haber tenido un sueño en la que se le aparecía varios grandes pianistas: Art Tatum, Duke Ellington, Erroll Garner, George Shearing, Dave Brubeck, Fats Domino y, para finalizar, tres notas de Count Basie antes de saltar del piano y hacer una reverencia.

Cómo no, sonaron Los paraguas de Cherburgo, pero bajo muchos estilos distintos- el original, como swing, vals, samba, jazz de New Orleans, tango-, «a ver qué pasa». Quizás no era lo que algunos esperaban, pero, a juzgar por los aplausos, no hubo quejas.

Legrand sabía que no podía librarse de Les moulins de mon coeur, así que con ella despidió su concierto de película, poniendo un elegante 'The End' a esta 20ª edición de Jazz San Javier, que ha tenido grandes espadas como Ivan Lins o George Benson y conciertos para el recuerdo como los de Tajmo y Charles Lloyd, según su director Alberto Nieto, que cifró en unos 18.000 espectadores la asistencia, y se felicitó de las producciones propias del festival ( Jorge Pardo, Santiago Campillo con Buddy Whitington, Tia Carroll) y de la multitudinaria respuesta que tuvieron los conciertos en la calle. Cae el telón, y la vista atrás deja un trabajo bien hecho, que ha puesto a la ciudad de San Javier en el mapa y a su festival entre los mejores de Europa.