El camino de la maestría

Recuerdo algunas obras primerizas del pintor Manolo Belzunce que José María Párraga, su amigo, me enseñaba en algunos bares y restaurantes. Piezas primitivas que recuerdo en azul, con una figuración entrevista, algunos rojos apagados. Reconozco mi error (otro más) al no poner, entonces, demasiado interés en lo que veía. Yo estaba tan crudo como el propio pintor. Pero a la pintura se llega. Es el caso de este artista que pertenece a la generación que se mezcla con la actual, es decir,la que ya ha cumplido los setenta años felizmente, resistiendo la escasez. Belzunce iba y venía, creo que a Cataluña, y aquí compartía con artistas murcianos establecidos en Murcia. Cada vez que aparecía con nueva pintura mejoraba lo visto anteriormente.

Ganó primero en materia; experimentó con arenas, supe, porque se notaba, de su lucha por investigar y aportar texturas nuevas, reconocibles de su mano. Empezó a interesarme mucho su obra; vi una exposición espléndida en Chys, la galería murciana en Trapería. Eran papeles los soportes. También en la histórica Zero, de la plaza de la Cruz, le hice hueco a un colectivo catalán en el que se encontraba el lorquino Belzunce, así como a una individual, quiero recordar. En Barcelona siempre ha expuesto con éxito, en galerías que en su día colgaron Picassos. Su evolución fue mejorando sin descanso ni duda, ganando en personalidad; creo que el sufrimiento de pintar se fue convirtiendo en alegría para él. Encontró su camino.

A él podrían haber llegado tendencias de las vanguardias históricas de los años veinte, excelente elección por su parte. Algunos pintores muy jóvenes de Murcia empezaron a reconocerle un liderato generacional; viajaron en su compañía a África (Ángel Haro y Miguel Fructuoso); hacían exposiciones a la vuelta con lo vivido y pintado con la absoluta libertad del misterio de aquel continente. Arenas, desenfado y figuración reconocible. El viaje a África soñado por muchos; Molina Sánchez lo hizo posible; Ramón Garza lo pintó desde aquí, la Murcia absorbente.

Se hizo la felicidad en Belzunce y se le vio pintar al aire del éxito. Es un huracán imparable que te subyuga; sus papeles empezaron a convertirse en collages innovadores. El pintor se trasladó a Extremadura con cierta nostalgia de la Murcia difícil. Está bien allá. en el oeste. Su presencia y su figura se fue haciendo mítica. Cabeza y liderazgo. Con materiales pobres, trabajando a su aire, divirtiéndose, renovó sus días felices hace poco en una gran exposición de collages en el Almudí, y de nuevo en Chys; hasta los marcos, de segunda mano, estaban inmersos en la obra. La exposición la recuerdo preciosa y me quedé con gana (la pobreza) de adquirirle más de una pieza. No pierdo la esperanza de reencontrarme con ellas. Me tentó: «No te preocupes te hago descuento, eres del oficio».