No tengo edad, mi reloj biológico espera su activación. Me diseñaron humana pero mejorada genéticamente. Desde hace 35 años espero pacientemente que me lleven a la magia del celuloide, a esa ciudad futurista de Los Ángeles en 2019, donde se desarrolla Blade Runner, una película de culto.

Yo era Mary, modelo Nexus-6, un androide surgido de las prodigiosas mentes de los guionistas de Hollywood para hacer la película de Ridley Scott. Me idearon como un personaje delicado que agonizaba y resurgía a la vida como uno de esos vampiros inmortales tan de moda en estos tiempos; quizá mi personaje habría cambiado el planteamiento sobre la inmortalidad de los androides, pero la huelga de guionistas, el interminable rodaje y el descontrolado aumento de presupuesto sentenciaron mi defunción. En realidad ni siquiera nací, suprimieron escenas y personajes, ya tenían suficientes monstruos escénicos que interpretaban a los replicantes y a los policías. Las dudas flotaban en ese gran plató en que se reproducía una ciudad oscura, lluviosa y tecnológicamente avanzada. Sentía a los productores y creativos analizar cada situación con la incertidumbre que sólo los genios tienen, cada uno concebía la película de forma diferente, no sé si todos soñaban con ovejas eléctricas pero arrugaban los guiones, rodaban planos que nunca se incluyeron en la versión original (1982) ni en las diferentes versiones editadas para otros países a lo largo de todos estos años.

Me consta que la película se parece muy poco a la idea original basaba en una novela del genial Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), que sitúa la acción en un mundo regado con lluvia radioactiva provocada por la Guerra Mundial Terminal. Este fantástico visionario de la ciencia ficción ya reflexionaba sobre la relación entre los humanos y las máquinas: diseños genéticos con inteligencia artificial. Vosotros, los humanos, tenéis miedo de que nosotros, los androides, vivamos eternamente y os sometamos con nuestra inteligencia; pero no temáis, vuestra genética es capaz de dominar a máquinas superiores, tenéis mecanismos ancestrales para no perder el control, es difícil entender pero está relacionado con lo que llamo mecánica del corazón. Nosotros, los androides, por supuesto que os podemos ganar al ajedrez, incluso al póker, donde no solo intervienen factores matemáticos, sino sensitivos y de astucia, pero tenéis el control de los seres superiores, tenéis inteligencia emocional, la inteligencia del corazón: la intuición.

Soy un personaje en busca de un autor que me dé vida, me adapto a sus caprichos, a interpretar sus amores y sus miedos; prometo ser obediente, aunque si usted me crea con suficiente inteligencia puedo rebelarme; sugiero con humildad a mi futuro creador que me deje un espacio de libertad, no quiero ser el férreo personaje previsto, quiero ser única, dar sorpresas inesperadas al espectador; fue eso quizá lo que hizo al productor prescindir de mi guión, quería apostar sobre seguro, sin saltar al vacío repleto de críticos metódicos, academicistas, poco creativos y miedosos a las reacciones de una sociedad puritana. Recuerdo una escena entre Harrison Ford y Sean Young, se rodó con miedo a que no gustase al público, y tras varias discusiones entre productores, guionistas y director, se suprimió en el montaje; se veía a Rick Deckard empujar apasionadamente a Rachael contra las persianas de su apartamento, la sentó en el saliente de la ventana, la besó y la penetró, aunque no se vio explícitamente, por supuesto.

Fue un auténtico lujo ver a las estrellas en el casting, mi papel lo interpretaría Stacey Nelkin, una jovencita menuda dispuesta a darlo todo como androide número 6 de la serie Nexus-6; allí estaban mis compañeros replicantes interpretados por Rutger Hauer (Roy), Sean Young (Rachael), Daryl Hannah (Pris), Joanna Cassidy (Zhora) y Brion James (Leon). Stacey se sintió desolada cuando suprimieron el papel de Mary, mi papel. A pesar de eso les tengo mucho cariño a los escritores y guionistas, sus frases hacen que las escenas perduren en la eternidad, como aquella que ha dejado huella al público español cuando el replicante Roy dice con la voz de Constantino Romero: «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir».

La segunda parte que muy pronto se estrenará guarda varios secretos, lo sé porque estoy en la cabeza del guionista Hampton Fancher, que hizo la primera versión de Blade Runner y ahora su secuela: Blade Runner 2049. Es posible que saque mi personaje de la papelera y active mi reloj biológico, también es posible que cambie mi nombre por el de Joi, interpretado por la bella Ana de Armas, eso me gustaría aún más. Tendréis que esperar al estreno para saber también quiénes son replicantes y quiénes no. Os adelanto que habrá sorpresas porque a mi guionista le gusta dar giros a las historias, las retuerce. El secreto de que el cine sea un arte es porque hace aflorar los sentimientos y mover las conciencias.

No, no; no puedo despedirme sin mencionar a Vangelis, todos los días escucho la banda sonora que acompañaría mis secuencias y, por supuesto, a ese unicornio de origami que tanto significa para mí.