El caracterizado antiesclavista Abraham Lincoln fue elegido presidente de los Estados Unidos en 1860. De los quince estados esclavistas, ocho rehusaron reconocerle y formaron los Estados Confederados de América, eligiendo a Jefferson Davis como presidente y tomaron a Richmond por capital. Esta secesión o separación hizo estallar una guerra dura y sangrienta, que terminó por agotamiento de los confederados del Sur. Desde entonces quedó, de hecho, abolida la esclavitud en Norteamérica. Tras la sangrienta guerra, los vencedores, deseando restablecer la Unión norteamericana en todo su vigor, trataron a los vencidos con la mayor generosidad.

Al margen de que la guerra civil americana fuera una carnicería, Lincoln consiguió de forma póstuma reunificar a los Estados Unidos y comenzar la dura tarea abolicionista. Tan importante como estas referencias citadas fueron las consecuencias artísticas de aquella guerra, sobre todo para el cine venidero: renegados, desertores, valientes oficiales del Norte y del Sur, tahúres, pistoleros a sueldo, canallas y héroes enriquecieron las películas del Far West.

Y es aquí donde entra el alcalde José Ballesta, gran amante de las artes y de la Cultura en su amplio espectro. Su interés por el yacimiento arqueológico de San Esteban ha quedado demostrado a lo largo de su mandato. No se ha movido ni una piedra, ni un ladrillo, ni un rusco. Algo que se aprecia en los sesteros de verano, cuando algún infortunado se atreve a cruzar aquel desierto candente sin gorra.

El Oeste nos ha deleitado en el cine, en color o en blanco y negro, con espectaculares cintas de asaltos a trenes; los de aquí tendremos que saltar la tapia que dividirá Murcia cuando venga el AVE, que llega con retraso si es que aparece alguna vez. Las pedanías, perdidas en el horizonte, siguen abandonadas de la mano del Concejo, clamando por alguna diligencia que las una a la capital cada vez más lejana, donde no existe el transporte en horario nocturno entre otras primarias necesidades.

La realidad se convierte en fantasía en demasiadas ocasiones. Oídos sordos ante las demandas ciudadanas, largas y más largas en una ciudad de proyectos y con carencia absoluta de realidades. Abraham fue un buen presidente, sí. Lo demás son cuentos.