No fui muy convencido. Era una de las bandas que marcaron mi adolescencia -y, por qué no decirlo, mi presente más inmediato-. Pero la deriva que habían tomado en los últimos tiempos no me convencía demasiado; ni a mí ni a la inmensa mayoría de los presentes. Pero, ya saben, amigos, el negoci es el negoci -o eso quiero pensar...-. Dos trabajos soberbios (Hybrid theory y Meteora) y pequeñísimos destellos en cinco discos (del Minutes to Midnight, de 2007, a One more light) que no han salvado la caída en desgracia de una banda que abrió al nu metal a toda una generación de prepúberes y adolescentes.

Pero, ya frente al escenario, la tensa espera fue en sí misma un viaje en el tiempo. Y para cuando las luces se apagaron en el escenario principal del Download ya nadie se acordaba de Heavy o de la progresiva pérdida de voz del propio Chester Bennington -según datos del Instituto Nacional de EstaTwitter-. Y lo que vino a continuación me lo guardo en la memoria para siempre (no pidáis objetividad). En la Caja Mágica vi al mejor Chester en años. Pletórico, con un registro al alcance de muy pocos y aura de rock n´ roll star.

Entonces, llegó el momento. Tuve la suerte de que Chester eligiera el lado de la valla en el que yo estaba. Se encaramó a la barandilla, se venció sobre el público y... Crawling. A no más de dos, tres metros, no pude reprimir la necesidad de capturar aquello con el móvil. Por un momento pensé lo estúpido de aquello: lo infantil que era el hecho de que yo viviera con más emoción aquella canción ?porque así objetivamente lo pensaba? que un tipo de Asturias que andaba un par de filas más atrás, y simplemente porque le tenía más cerca; bueno, y lo estúpido que era ver aquello a través de una pantalla... Así que levanté los brazos por encima de los ojos (sin apagar la cámara) para disfrutarlo en vivo (sin perder un segundo de grabación). Sentí que había ganado la partida a aquellos fan girls que le miraban como si se tratara de una aparición divina; y, por supuesto, eso solo era una forma de justificar que yo estaba haciendo tres cuartos de lo mismo.

Y es que aquella actitud infantil -la mía- no era otra cosa que pura adolescencia. Gracias a Chester, mi colega Andrés y yo (y la mayoría de los allí presentes) nos reencontramos con nuestro yo de 15 años. Y lejos del típico «le daría una hostia a mi yo de 15 años», aquel encuentro fue maravilloso. Por eso es especialmente cruel que quien lo hizo posible hoy ya no esté. DEP.