1871-1873. Los dos años de reinado del monarca llegado a España desde Italia se vieron turbados por una serie inacabable de rencillas entre sus mismos partidarios y de luchas entre éstos y los enemigos del régimen. Enemigos de la monarquía implantada eran: los republicanos, los alfonsinos (partidarios del infante don Alfonso, hijo de Isabel II), y los carlistas, que proclamaron rey a Carlos VII, nieto de don Carlos, y comenzaron en el Norte la segunda guerra carlista.

El caballeroso don Amadeo, cuya llegada a España había coincidido con el asesinato del general Prim, a quien principalmente debía la corona, desanimado, desesperado, cansado e impotente para establecer el orden en el gallinero en que se había convertido el país, dirigió a las Cortes un mensaje de renuncia al trono y se volvió a Turín, su pueblo.

Observe el lector en la imagen que el bueno de don Amadeo, que cargaba hacia la izquierda, podía ser de todo menos impotente aunque sea en sentido figurado y relativo a su falta de poder ejecutivo. Amadeo era hijo de Víctor Manuel II, rey de Italia y de María Adelaida de Austria. Estaba casado con María Victoria del Pozzo Della Cisterna. Al marcharse al exilio Isabel II, obligó al general Prim, jefe del Gobierno, a buscar por Europa a alguno que quisiera ser rey, qué casualidad, que tras numerosas gestiones cayó en la cuenta, que según el tratado de Utrech, la casa de Saboya, a la que pertenecía Amadeo, tenía derecho sucesorio en España al faltar la dinastía borbónica. Amadeo I, aceptó gustoso el ofrecimiento, siempre y cuando fuera elegido por las Cortes y reconocido por los Estados europeos.

Está claro, que si el general Prim, héroe de Los Castillejos, hubiese conocido al letrado Maximiliano Castillo González, el problema sucesorio en aquella España turbulenta se habría resuelto de manera satisfactoria para los españoles, ya que las dotes negociadoras del letrado murciano resultan de primer orden. Fuentes bien informadas nos informan de la admiración del letrado de la Trapería hacia la figura de don Amadeo desde la más tierna infancia, puede que debido a lo efímero de su reinado y la rapidez del italiano en liar los bártulos, algo muy difícil de que ocurra hoy en día entre los adeptos a las poltronas y los chupes.