Inglaterra, en su política interna, supo mantener el parlamentarismo, ajena a las influencias extranjeras, lo que le permitió el establecimiento de reformas liberales sin necesidad de movimientos revolucionarios como en otros países europeos. Los reyes de la dinastía de Hannover no fueron muy populares, pero la llegada al trono de Victoria I (1837-1901) provocó una creciente popularidad de la monarquía entre el pueblo, que pronto comenzó a considerar a su reina como un símbolo de la prosperidad económica de Inglaterra, basada en el desarrollo de la burguesía. La expansión del imperio británico contribuyó al apogeo económico en la segunda mitad del siglo XIX, convirtiéndose en la primera potencia económica mundial.

El largo reinado de Victoria, con el carácter aburguesado y moralista de la Corte, permite llamar a esta época ´Era victoriana´. Durante ella, Inglaterra disfrutó de un espléndido aislamiento, alejándose de las políticas europeas, centrando sus esfuerzos en la revolución industrial y en el desarrollo de su ya poderosa flota naval.

Es por esto por lo que Juan Antonio Megías, presidente del Real Casino de Murcia y viajero en el tiempo, por obra y gracia de quien esto escribe acudió fascinado a cumplimentar a su majestad británica la reina Victoria en su residencia de Balmoral. La emperatriz de la India, pese a los irlandeses del norte, se encontraba de muy buen humor aquel día, quedando Megías, gratamente sorprendido ante la reunión familiar. En la acogedora estancia se encontraban el Zar Nicolás Romanov y su esposa la Zarina Alejandra, ajenos al trágico destino que el futuro les depararía. Victoria jugueteaba con la Gran Duquesa Tatiana sentada en el regazo de su madre. Miraba su graciosa majestad con curiosidad el enorme ´torrao´ de la pequeña y el gracioso bucle que lucía, poseedora, la entonces niña, de gran belleza en su adolescencia y de infausto destino a manos de despiadados verdugos.

Obsequió Megías a la hora del té a los allí presentes con una docena de pasteles de carne y tortas de pascua, manteniendo la ilusión contenida de que Victoria posara para José María Falgas en un lienzo que decorara las paredes del caserón de la Trapería. Hizo Megías todo esto con gran porte y solemnidad, como suele hacerlo. La reina por su parte tuvo el detalle de vestir un tocado de seda natural en tono blanco, obra del diseñador afincado en Murcia Alfredo Caral.