El primer número que aprendemos los humanos es el 2 y no el 1, el 6 es el de los judíos, usamos 17 músculos para sonreír y 40 para mostrar enfado, hay 64 posiciones eróticas en el Kamasutra..., los números «nos rodean por todas partes y son base de nuestro progreso» explica Claudi Alsina.

Este catedrático de Matemáticas de la Universidad Politécnica de Cataluña se ha especializado en los últimos años en la publicación de libros de divulgación para ayudar a la sociedad a comprender y valorar esta materia, con títulos como Mateschef, Asesinos matemáticos o El club de la hipotenusa, a los que ha sumado recientemente su nueva obra, Todo está en los números (Ed. Ariel).

En España, ha reconocido, «existe cierta antipatía hacia los números, que tiene mucho que ver con el aprendizaje», pues cuando los niños llegan a la guardería están «abiertos a todo y acceden al tema sin prejuicios..., no hay ningún condicionante genético a favor o en contra».

El problema radica en «mantener el interés con profesores que te sepan explicar bien las matemáticas, porque quien te enseña algo te influye en la visión que tienes de ese algo».

En todo caso, Alsina cree que «cualquier persona sensata debería estar agradecida a los números», que aparecen «en su teléfono, en el ascensor de su casa, en sus tarjetas de crédito..., incluso en sus sentimientos» y que pueden asociarse en dos grandes grupos.

El primero es el de «los que tienen prestigio y son apreciados por la gente» por aparecer en «documentos básicos de la cultura universal, como la Biblia».

Entre ellos figuran el 1, el 4, el 7 y el 12, siendo éste último «un caso excepcional» debido a su importancia para la división del tiempo pues «todas las medidas han evolucionado a lo largo de la historia menos la temporal, a la que nadie se ha atrevido a meter mano y sigue basada en el 12 desde la época de los babilonios».

El segundo bloque de números es el de «los que presentan aplicaciones sorprendentes», como Pi, el número real «más emblemático de la tribu de los irracionales», el número E o de Euler, empleado en ciencia forense, o el 3/4, un quebrado que aparece en situaciones variadas, desde modelos de ecología y el compás del vals hasta la medida de las botellas de vino.

Alsina habla también de los «supersticiosos y esperpénticos» números de la suerte, ya que «no hay relación matemática entre ambos conceptos» y cuyo principal protagonista es el 13, aunque «nadie tiene claro a qué debe su mala fama»: los comensales de la Santa Cena, los espíritus malignos de la Cábala, la Muerte en la carta 13 del Tarot...

Paradójicamente, en Asia la mala fortuna la aporta el 4 porque «en japonés, la palabra que define este número suena muy parecida a muerte».

En cuanto a la buena suerte, en Oriente el 8 es el mejor mientras que en Occidente no hay ninguno especial, si bien «los mayores clubes de fans los tienen el 7 y el 3».

Este matemático recuerda que el sistema de numeración que utilizamos hoy en día, que incluye también «una cifra tan útil como el cero», se considera de origen hindú-árabe pero no es el único disponible.

En algunas circunstancias se sigue empleando, por ejemplo, la numeración romana, aunque «critico que la usen para los tatuajes porque suelen utilizarla mal» y, en el mundo informático, es «imprescindible» el sistema binario.

Números aplicados al romanticismo, a los usos diarios, las clasificaciones o las catástrofes también están presentes en un libro que, entre otros secretos, nos explica la «constante de Hollywood»: existen películas cuyos títulos contienen alguno de los números enteros entre 1 y 117..., excepto el 85.