Una ciudad de la región que atesora varios cines y teatros en su biografía es Mazarrón, donde además aún se conserva uno de los cines de verano, El Bahía, donde continúan proyectando en época estival películas para todos los públicos.

Ginesa Méndez tiene 84 años y una mente muy activa. A lo largo de siete décadas, por las manos de la familia de su marido, los Campillo, pasó la gestión de varios locales como el mítico Cine Avenida, el Cine Mastia, el Playasol o el Axial, además de otras salas de localidades vecinas como el Gran Cinema de La Pinilla (Fuente Álamo) o el Central Cinema de Ramonete (Lorca). En su libro El cine y el teatro en Mazarrón narra la historia cinematográfica desde sus inicios a nivel universal hasta que aterrizó en nuestra Región, y aprovecha para hacer un repaso por todos aquellos edificios que con el paso de los años han visto modificados sus usos y han sufrido lo que ella define como «la crisis del cine». La terraza de verano Axial, por ejemplo, que se encontraba en la Avenida del Dr. Meca del Puerto, se despidió en 2004 con El último Samurai y El enviado. Actualmente lo vemos transformado en un bloque de apartamentos.

El Cine Bahía es el único que continúa vigente en la cartelera de los periódicos. Ocupa una parcela de 1.800 metros cuadrados y tiene capacidad para mil espectadores que disfrutan de los estrenos durante las noches de verano.

La escritora, de profesión docente y directora en un colegio, rememora «los veranos con la sangre en el cuello», en los que toda la familia trabajaba para darle vida al negocio. Relata que los precios a finales de los años 50 rondaban las cuatro pesetas por butaca, y que aunque fueron subiendo, en comparación con el nivel de vida de cada momento el cine ha sido un espectáculo al alcance de casi todos. «Sin embargo, con la entrada del euro, se han fijado precios abusivos», comenta.

Se muestra encantada explicando anécdotas como el papel que tenía la cuota de pantalla. «Esta protección se reguló en el año 1958, y consistía en que por cada cuatro películas extranjeras teníamos que exhibir una española. Muchas veces las comprábamos y luego no las emitíamos, porque a menudo suponía perder ventas». También nombra los viajes que tuvieron que hacer a Sevilla, donde la distribuidora Dipenfa y Filmayer, que pertenecía a la Compañía de Jesús, eran quien comercializaba las películas de Walt Disney. Estas solo podían proyectarse en época de vacaciones, ya que se consideraba que en periodo lectivo podía distraer el rendimiento de los escolares.

La película que más público atrajo en temporada estival de la trayectoria Campillo fue La Bella y la Bestia, una de las que hoy continúa brillando.

Cantina del Cine Mastia, que estuvo abierto entre 1959 y 2004.