La voz y su eco: una vida haciendo compañía

Miguel Massotti fue un niño despierto; largo, alto, enjuto, imaginativo, algo desgarbado de hombros por su estatura. Un adolescente de Giocometti. El maestro Saura le ha retratado con los ojos muy abiertos, tal vez sorprendidos, seguro un instante antes de hacer un gesto o una mueca teatral de humor. Estudió en los Maristas del Malecón y allí ya le vieron aptitudes para la escena porque lo contrataron (es un decir) para el grupo infantil que intervino en la película rodada en Murcia La Pandilla. Empezó a ir a la Escuela de Arte Dramático para sacarle partido a su chispa, vocación y talante abierto. Pero ignoro en qué momento decidió que lo suyo era la radio. «Tiene Adrián Massotti, el dueño de Ritmo, un chiquillo, Miguel, que habla por la radio por las noches y tiene mucha gracia, lo hace muy bien», me dijo el insomne de mi padre, que se dormía con la radio puesta.

Hacía madrugadas en aquella Radio Murcia de la Cadena Ser de Marcili, de Mariano Gómez Olmos, de Valentín Contreras, de Mascarel, de Maria José Alarcón. Lleva a sus espaldas y sus micrófonos miles, decenas de miles, de horas de radio. Crítico taurino, los deportes, en directo o enlatado, la FM y Los 40 Principales, fines de semana, La Bellota Ibérica. Un comodín para un medio como la radio. Pasó por LA OPINIÓN algún tiempo y desde sus inicios se incorporó a la plantilla de Onda Regional, la radio autonómica. Allí ha continuado haciendo compañía a una audiencia incondicional con su gracejo personal que le nace. Él intenta ser un locutor formal, de guión escrito, pero no puede remediar que le acuda la risa en el momento más inoportuno. Y ese es su éxito. Y el mío, porque hemos hecho radio juntos muchos años. En las mañanas, temprano, con sueño, pero despiertos. Hay oyentes que aún nos recuerdan.

Buen nazareno, ha pregonado Semanas Santas con pasión verdadera, y ha escrito, en primera persona, un libro sobre Manuel Cascales, el torero de Murcia, el auténtico.

Peina canas, se acerca a los sesenta, y triunfa con un hoyuelo en el mentón a lo Kirk Douglas; buscó por compañera de viaje en su vida a Mati, que era como la Campanilla de Peter Pan a la que prefirió para su suerte a la 'larguirucha' de Don Camilo. Miguel Massotti es mi compadre por lo civil, algo difícil de explicar pero que se pueden imaginar. El amigo que todos queremos tener y que necesitamos. Eso, además, piensa en bloque su audiencia cada día que le escucha.