Alberto Chessa (Murcia, 1976) continúa su ya acreditada trayectoria poética con un nuevo libro, La impedimenta, que acaba de publicar en Madrid Huerga y Fierro. No es la poesía de Chessa una poesía fácil, pero no por ello carece de intensidad y compromiso con la existencia y sus accidentes. Sin duda, sus representaciones poéticas bordean constantemente lo irracional para integrarse, como ya hizo en sus libros anteriores, La osamenta y En la radiografía apareció la piel, en una construcción estructural en la que la palabra poética desborda espacios de imaginación. Carlos Martín, que se ha encargado de prologar este libro, destaca en Chessa y en esta su entrega poética, la extraordinaria originalidad de sus figuraciones literarias, entroncadas con lo más sólido de una tradición de modernidad absolutamente insobornable.

Dividido el libro en tres secciones, en todas ellas es posible advertir la constante interrogación de este poeta ante una realidad circundante que le absorbe y que le atrapa, con su constante devenir, con el imparable fluir de los días, aunque la naturaleza fecunde con su implacable presencia resquemores que van surgiendo a cada paso, en cada representación poemática. Pensemos por ejemplo en la presencia de una luna, o en la referencia concreta a un día de la semana, o en el fluir de un paisaje entrevisto en una ruta viajera, y advertiremos cómo el poeta siempre en constante movimiento trata de comprender qué está sucediendo y por qué está sucediendo, algo sin duda que su palabra poética va configurando en tan expresivos conjuntos poemáticos.

El mundo inefable del cine es también el mundo de Alberto Chessa y en ocasiones lo descubrimos captando exteriores, buscando escenarios o recuperando imágenes pertenecientes a su imaginario personal. Un castigo sin venganza con Lope de Vega al fondo puede ser la representación de una secuencia cinematográfica vista en algún momento. Una fotografía cualquiera, una panorámica sobre una ciudad, un paisaje lejano, un mundo captado para siempre en una imagen indeleble, puede llegar a ser la representación de un anhelo, de una ansiedad, de una preocupación. Y cada poema captará así las esencias de una vida y de su transcurrir. Sorprende en este sentido la constante referencia, como hemos adelantado, al devenir y al sucederse de la existencia. La consideración de la vida como un negativo fotográfico sin revelar no solo es un hallazgo inteligente sino que se convierte en un auténtico programa de actuación para todo un libro. Del negativo al positivo y la vida transcurriendo imparable, ocultando tras su misterio un futuro impredecible que solo se revelará cuando el negativo sea positivado.

Si hay un momento en el libro en el que se afirma que a Europa se le están acabando las metáforas, si de pronto descubrimos al poeta reflexionado sobre el nombre y la palabra, sin con Ulises lo sorprendemos viajando en busca de una ciudad perdida e inexistente y reflexionado en otra ocasión sobre el fin del mundo, advertiremos que la poesía de Alberto Chessa no es cómoda ni hímnica, porque su raíz está precisamente en la exigencia que, como poeta, se plantea con vehemencia ante el mundo de manera severa y rigurosa. Y buena prueba de ello son los dramáticos poemas finales en los que la corrupción de lo vivo avanza sobre el mundo para mostrar la realidad de la muerte y la interrogación del destino mezclado con las viejas creencias que atemorizan al lector con presagios sin fin, entre evocaciones familiares que tanto abunda en el libro.

Versos muy acerados para realidades presentidas con rigor en los que se muestran analíticas del tiempo, de la edad, de la vida y de la muerte y que superan metáforas al uso y elegías maltrechas y manidas por el desgaste de las palabras repetidas. Sólo una exigente formulación de una palabra tan nueva como desnuda puede llegar a condensar el intenso patetismo que estos poemas finales contienen mientras el libro llega a su imparable final. La vida se asoma entonces al blanco del papel, como se dice en uno de estos conclusivos poemas, para mostrar la verdad de una realidad candente mientras el ayer, el mañana y el quizás van trazando los caminos que conducen este libro hacia su conclusión. Sin duda, un obra intensa, en la que el lector descubrirá lo que la palabra poética de un creador impulsivo e inteligente puede llegar a crear para que su lector se sienta concernido por tantas aventuras y desventuras que este libro, tan cargado de vida, lleva incluidas en su impedimenta, la impedimenta que figura en el título de este último poemario de Alberto Chessa.