Fue un día aciago, los que tenían que venir, vinieron, justo cuando no tenían que venir. Las aguas del Mar Menor estaban emponzoñadas y Murcia se quedó sin banderas azules.

La portavoz del Gobierno, en su rueda de prensa habitual, recordaba mucho a Carlos Arias Navarro, cuando lloroso y apenado, anunciaba ante las cámaras de TVE la muerte de Franco y daba lectura al testamento político y espiritual del Caudillo. Arroyo, haciendo de tripas corazón, no sollozó, lo dijo con el fuerte espíritu y decisión que acostumbra y caracteriza.

Como mujer inteligente y capaz no se amedrentó: «Nos hemos quedado sin banderas azules en nuestro litoral, vinieron los expertos cuando no tenían que venir», vino a decir más o menos. Una playa sin bandera azul ni es playa ni es nada, por eso ahora han inventado otra con una ´Q´ de calidad exprés que acalla al personal más exigente, el que sólo ve sarpullidos y siente comezón cuando introduce los pies en las aguas procelosas de la mar chica.

Eugène Delacroix fue un gran pintor francés del XIX, de quien se decía que podía ser hijo biológico del poderoso político Talleyrand, del que Eugène era vivo retrato. En 1831 recibe el encargo de pintar su cuadro más popular: La Libertad guiando al pueblo, también conocido como La barricada. Una bella pintura que sirve para ilustrar el carácter decidido de la igualmente bella política murciana. El gesto firme y valiente al enarbolar la bandera azul que nos negaron hace que el pueblo siga sus pasos sin importarle las aguas pútridas, repletas de cadáveres y detritus asquerosos; aguas que son una pequeña licencia del autor de este modesto artículo veraniego.

Delacroix lo vería con buenos ojos, dado su carácter abierto y liberal, pues es sabido que durante la mayor parte del siglo XIX en Francia, en concreto en los años 1830, fecha de la creación de La Libertad guiando al pueblo, y 1848, tuvieron sendas revoluciones, que enfrentaron a dos partidos de tendencias opuestas, produciendo trastornos y algaradas sin cuento: los realistas o absolutistas, defensores de la tradición y de la monarquía absoluta, y los liberales o constitucionalistas, enemigos del absolutismo y defensores de las libertades difundidas por la Revolución francesa.

Noelia Arroyo, dada su fuerte personalidad, es una excelente modelo para lo obra magnífica de Delacroix, el gran pintor admirador de los clásicos como Rubens, Velázquez, Rembrandt o Veronesse.

Noelia Arroyo es una inmejorable figura central, la que alza con orgullo la bandera azul y arrastra con ella a los entusiasmados bañistas contra el viento, la mierda y las mareas.