«Murcia conecta una fiesta tras otra, esta ciudad está siempre de juerga, y se agradece». Esta es la opinión mayoritaria de quienes se congregaron ayer por la mañana alrededor de alguno de los tres escenarios que el festival WAM tenía preparados para amenizar la mañana y dar un pequeño aperitivo de lo que continuaría por la tarde-noche, y de madrugada, en el recinto ferial de La Fica. A la sombra, con gafas de sol de pasta, camisas estilo hawaiana, shorts vaqueros o con vestidos con estampados florales fueron algunos de los elementos de un look festivalero que se dejó ver, y mucho, por la plaza de la Universidad. Pertrechados detrás de una pinta de cerveza, con un plato de patatas con olivas o unas marineras, el público vibraba al ritmo de la música rockera y rhythm&blues de Los Mambo Jambo, quemando la suela de las botas con los bailes rockabilly que se marcaban algunos menos tímidos a pleno sol. Unos conciertos al aire libre que congregaron a familias con niños pequeños más marchosos que sus padres, a jóvenes y adultos que iban calentando motores para la tarde y aquellos estudiantes que las notas sopladas por el saxofonista del escenario los iban sacando de las aulas del Aulario de la Merced.

Ya por la tarde, los acordes de las primeras canciones de Anni B Sweet iban despertando el escenario principal del WAM, asomándose hasta las primeras filas una tímida cantidad de nuevos ‘wamers’ que seguían el ritmo de la música con el vaivén de las rodillas, y luego ya se ponían más a tono despejando la cabeza con alguna cerveza. Clara Path y los mallorquines L.A. iban despidiendo la solanera que ha acompañado estos dos días de festival y animando a un público que se resistía a crecer. «Este año el festival está un poco más flojo, hay más espacio entre las personas y se puede respirar un poco más. La música es la misma que reina los festivales indies de este país, está en el mismo nivel que el SOS 4.8 y eso sigue gustando», explicaron varios asistentes. Pasada ya la media tarde empezó a verse de nuevo un look festivalero muy heterogéneo, entre los que no faltaron hombres con faldas escocesas, disfraces de monje o los trajes y vestidos de padres y madres procedentes de Comuniones, que no quisieron perderse a La Habitación Roja ni a los triunfales Lori Meyers, plato fuerte de esta segunda jornada marcada por la presencia de bandas murcianas como Varry Brava y en el escenario Punta Este con Noise Box, Crudo Pimento o Perro.

El nuevo ‘staff’ de las barras de consumición destacaron las ventas de cervezas y, ya entrada la noche, después de haber cenado algo, las copas de ron o ginebra no faltaron entre el público más adulto, dispuesto a gastar algo más en los ‘tokens’ del festival, que no vieron mermadas sus ventas con respecto a los tiques del año pasado, y dejar, por segunda noche, el botelleo para los más jóvenes en los alrededores del recinto. Ellos ya iban marcando de nuevo un plan milimetrado para poder ver los máximos grupos posibles mientras les dieran tiempo a cruzar de un lado a otro La Fica. «Pero al final hacemos lo que podemos, escuchar la música de fondo no está mal y así te echas unas risas con tus amigos», acababan confesando algunos.

Diferencias irrefrenables

Quienes no vieron tanta diversión como años anteriores fueron los puestos de comida rápida o merchandising, y es que las comparaciones con años pasados y organizaciones distintas son odiosas, pero cuando de por medio está la rentabilidad, los puestos se ponen a hacer cuentas. Los stand de merchandising cifran sus pérdidas en un 80 por ciento con respecto al año anterior, « por no haber podido ubicarnos en las zonas de paso del recinto», explicaban los dependientes. En los puestos de comida han visto también menos ventas, pero siguen agradeciendo que en determinadas horas de la noche aumenten sus clientes con ganas de cenar. No se ha echado en falta nada, el WAM ha dejado un sabor dulce y fuerte, pero con ganas de mejorar, y tendrá que hacerlo si el año que viene Murcia quiere seguir siendo ‘wamer’.